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Hubo una gran batalla que hoy en día aún se recuerda, Simón Bolívar y su ejercito de criollos, aquel 5 de Diciembre de 1813, en la Laguna de los muertos en Araure del estado Portuguesa, por la causa independentista de Venezuela
Viviendo en una zona fantasmal y de encumbrados cerros, se desprende de habladores de oficio, del placer, del chisme y del quehacer, que ésta es una zona de espíritus, de entes, de fantasmas, hay que ver! Que tantas cosas pasan, de las que no se deben temer. Me encontraba en mi cuarto, cuya ventana daba hacia el callejón, donde vivía en el barrio la Romana y estando con mi madre conversando escuchamos unos gritos provenientes desde afuera. Curiosamente nos acercamos a la ventana para ver jugar a los muchachos, que noche tras noche jugaban al futbol en la calle, imitando a los famosos goleadores de estos días: Echenaussi, Moss, Peralta, Juan Cesar Silva, Nuñes, incluso teníamos dos Romero que hacían las veces de porteros. Abrí la ventana de un tirón, de esas de las que eran de vaivén que se usaban en mis días, de dos hojas para ver. Que sorpresa me llevé y mi madre quedó quieta; el sonido, el bullicio, la algarabía, el desorden y los gritos, nada de esto se escuchó, solo un frío silencio que mi garganta ahogó. Todo estaba solo, no había nadie alrededor, ni el sonido de los grillos, ni la brisa se oyó. Fuí cerrando la ventana con calma, con miedo, con temor, espantado, asustado, tantas cosas pensé yo. Y mi madre calladita, Dios te bendiga mijito, me voy a dormir yo. En silencio, examinando los hechos, no entendía lo que pasó. Y de pronto nuevamente los gritos y el relajo desde afuera comenzó. Mi madre sorprendida, esta vez si se asustó, al contrario yo fui a la ventana y nuevamente la abrí, de inmediato toda la bulla cesó, todo en silencio, todo calladito, miré a un lado, miré al otro, nada vi, nada se oyó, nada corrió, nada de nada, ni gritos ni ninguna voz. Fui cerrando la ventana, con cuidado, poco a poco, como si no quisiera que nadie se diera cuenta que yo estaba allí. Al terminar de cerrarla, digo que al instante, escuchamos unos gritos, espeluznantes, aterradores. Un ayyyyyyyyyyy muy largo con sollozos y dolores y un grito detrás de otro nos asustaban cada vez más. Mi madre casi salió corriendo del cuarto, cerré la ventana con pasador y todo, me arrojé a la cama y me enrollé en la sábana como si esto fuera capaz de detener los gritos y los chillidos de una mujer que afuera gritaba y que cada grito se oía con tanta fuerza causando cada vez más miedo y espanto.
Asustado, comencé a pedir a Dios que se llevara aquello. Continuaron los gritos justo en la ventana y parecía que traspasaban las débiles láminas de madera que hacían cada hoja del vaivén y los gritos se oían dentro mismo de la habitación. Cesó a los pocos minutos, mi madre no regresó, yo asustado me dije que nunca más abriría la ventana oyera lo que oyera al otro extremo del ventanal.
Bolívar caminó en la Laguna de los Muertos, dejó esta zona impregnada de voces, de gritos guerreros, cada noche de lunes, se oyen a los espectros, imitar a los habitantes de este hermoso pueblo
Esto pasó en la Romana, en el cerro del Túmulo, en el sitio de la Batalla de Araure, en la Laguna de los Muertos. En los días que eso era cerro, zanjones, caminos, barro y esteros. En el sitio conocido el callejón sin regreso, en el que cada lunes todo el mundo prende velas para alejar a los muertos y que todavía a medianoche en estos días modernos, cuando se te hace tarde los lunes por aquel callejón, ahora escueto, todavía sientes los pasos que te siguen de cerca, te acompañan a tu casa y no te dejan quieto hasta que estás en tu lecho.
Se me acabarían las páginas, si le contará de todo lo que en esta vida yo he hecho; pero lo que les digo y le aseguro, que todo, todo es muy cierto, como que existe una Biblia, como que existe este cuento, como existió Bolívar caminando en la Laguna de los Muertos, y que dejó esta zona impregnada de voces, de gritos guerreros y cada noche de lunes que pasa el calendario, se oyen a los espectros, imitar a los habitantes de este pequeño y hermoso pueblo.
Esto pasó en la Romana, en el cerro del Túmulo, en el sitio de la Batalla de Araure, en la Laguna de los Muertos. En los días que eso era cerro zanjones, caminos, barro y esteros
Pesebre histórico creado a la entrada de la Escuela Bolivariana Ramón Colmenárez, de Durigua 2 en Acarigua, Estado Portuguesa - Venezuela.