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Sobre el piso, había varias coronas de oro macizo, procesadas por los chinos
Fuente Literaria
La noche, está sin luna, el cielo esta cerrado. Abro las puertas de la Torre Norte que da hacia mi pueblo San Esteban, todos allí reunidos y abajo el río con su suave ruido, las chicharras empiezan a alborotarse y los Centauros en revuelo porque un Minotauro llego herido, así esta mi alma, he visto la falsedad de muchos vecinos y la hipocresía de gente cercana, mando a llamar a las gladiadoras para que descansen en mi recamara. La soledad y sentir el silencio de la noche, me acobarda. Los recuerdos están allí, pero, debo olvidar mi pasado y someterme a la incorporación de una nueva memoria, ya los años están reflejándose en mi rostro y tu imagen en el cubo de cristal, me hace feliz.
Sobre el piso, había varias coronas de oro macizo, procesadas por los chinos. Están marcadas con mis iniciales, tienen distinto espesor. El palacio brillo, ante aquella luz, escaleras abajo, la servidumbre estrenaba platos y cubiertos de plata. Era el regalo del Rey que se sentó en un Hall y el viento de la muerte marcaba su rostro. Las velas amarrillas se derritieron de un candelabro, hubo que sustituirlas. Maquinalmente, el Rey recito el texto, como lo hace todos los días, pero ya su pueblo reconoce la falsedad de su voz.
El palacio estaba desierto, entregado a la noche sin luna, este gobernante, tuvo la osadía de llevarse hasta los perros de caza, quienes daban vueltas desordenadas en el patio central, ante el paso de un vampiro que se coló por el tragaluz de la rotonda, ante la presencia de mis custodias., Yasir Kurovc, vino a esta tierra, a buscar cinco negros para esclavizarlos y marcarlos, luego de tomarle crías con unas mujeres extranjeras, les daría libertad. En vez de ser Rey y presidente, parece mejor un mercader con varias botijas ofreciendo las riquezas de donde creció al mundo. Simplemente, le interesaba confiscar mi castillo.
Los africanos, entraron como migrantes y comprados para servir en un planeta vecino y unirlos con mujeres blancas para lograr hijos que trabajen a los herederos del poder de su reinado.
Sus duques, eran dos hermanos de un antiguo dirigente de la ciudad capital, luego capitanes, generales, pajes, gallinazos y ministros les guardaban pleitesía. Abajo, en las estaciones de las naves, dormían sus mandingas que querían robarse el palacio y lo pedían como regalo, al final del ciclo. Más allá al otro lado del puente, el inconfundible pueblo. Solo comían mendrugos de pan con mortadela, solo, la alegría de ver a su Rey les hacía sentir bien.
Las Iglesias legendarias, fueron rajadas por la acción de los drones
Tenía en su pecho, la casaca de un presidente anterior. Bien aprovechadas por el peso de los abrochadores. Aparte de venir a buscar los negros esclavos, provenientes de una hacienda de coco y cacao. Quería ver hombres útiles que le ayudasen a construir su gran ciudadela. Los santeros y tamboreros, le ofrecían larga vida.
. Todas las campanas dejaron de sonar, solo se adoraban a dioses paganos y de ultratumba.
Al amanecer, cerré las puertas del Norte, y hoy, en mi país vivimos un verdadero espejismo, donde nuestra moneda se devalúa más y más, llevándonos al gran caudal de la muerte, el río que cruza la montaña con su hedor a azufre.
El gran salón de recepciones, con sus ventanas abiertas en las dos fachadas, hizo escuchar al Rey y los sonidos de los tambores, no se hizo esperar y, la cocina hizo sentir su olor a asopado para amanecer, con las ristras de ajos colgadas al dintel de la gran chimenea, los jamones de los puercos puestos a ahumar y ser guardados hasta el Festival, cuando sea nombrado Rey por toda la gama de zombis que siguen sus pisadas.
Veo, hacia la cocina y me pregunto que preparar para cenar esta noche, jamás ceno con alimentos ofrecidos a los muertos. No le como a los muertos.