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Túnez inició este sábado la campaña para las elecciones legislativas del 26 de octubre, que pretenden dotar a la cuna de la 'Primavera árabe' de instituciones democráticas perennes, cuatro años después de la revolución.
Unos 5, 2 millones de electores están llamados a las urnas para elegir a 217 diputados y el 23 de noviembre volverán a votar para elegir a su futuro presidente.
La prensa y los observadores coinciden, pese a la prohibición de sondeos en periodo electoral, en que los islamistas de Ennahda y sus adversarios del partido secular Nidaa Tounès son los favoritos de los comicios.
El conjunto de la clase política quiere colocar la economía en el centro de la campaña, ya que la pobreza y el paro, factores detonantes de la revolución, siguen minando un país con un crecimiento anémico.
Ennahda, que ganó en 2011 los primeros comicios libres de la historia de Túnez con el 37% de los votos, no esconde su ambición de volver a ganar.
El partido ha decidido, además, centrarse en las legislativas en detrimento de las presidenciales, ya que la Constitución que se aprobó en enero estableció un régimen parlamentario.
Los islamistas, acusados de ser autoritarios y de mostrar cierto laxismo respecto a la amenaza yihadista, tuvieron que abandonar el poder tras un año 2013 terrible, en el que fueron asesinados dos opositores.
Ennahda se presenta ahora como un movimiento de consenso y promete formar la mayor coalición posible en caso de victoria.
"Nos ha faltado paciencia, deberíamos haber ofrecido más consenso, más propuestas para sumar otros partidos a nuestro alrededor", reconoce Ghannouchi.
Más allá de la batalla política, todos coinciden en la importancia de estas elecciones para acabar la transición hacia una democracia naciente.