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Opinión. Es el caso del teniente coronel Hugo Chávez. Hace ya dos meses que el presidente bolivariano viajó a La Habana para someterse a una cuarta intervención quirúrgica por el cáncer que padece. Desde entonces, no ha sido visto ni oído en público. Sólo sus más inmediatos colaboradores viajan de tiempo en tiempo a la capital cubana, y son ellos mismos (los primeros interesados en mantener el statu quo para seguir mangoneando la situación) quienes informan sobre su supuesta mejoría.
Desde Caracas narran maravillas acerca de la hipotética recuperación, sobre su "fuerza inmensa"; pero el único sustento de sus declaraciones son sus mismas palabras. Contra lo que resulta usual en casos de este tipo, no ha habido un solo parte médico; ni siquiera se ha informado de manera oficial qué tipo de cáncer padece. Incluso jefes de estado amigos que han viajado a la capital cubana para ver al convaleciente, se han quedado sin alcanzar su objetivo.
A la luz de este cuadro penoso —que no se sabe hasta qué extremos llegará—, haría bien el teniente coronel barinense —que se declara un ferviente cristiano— en considerar con detenimiento la decisión de Benedicto XVI. Esta última no está motivada por alguna enfermedad, sino por la avanzada edad, pero Chávez, mutatis mutandis, bien podría aplicarse la lección en lo pertinente. En realidad, pienso que el admirable ejemplo dado por el actual Papa sí merece ser seguido. Pero las latitudes en que ello debiera suceder se encuentran —en mi opinión— bien lejos del Viejo Continente. Mi criterio se fundamenta no en dudosas denuncias de peculado, sino en la situación de incapacidad real en que se encuentra cierto líder político.
Editor: Teólogo-Informático Roberto Romero Prensa Digital Notic Voz el Cajigalense; Yaguaraparo, Municipio Cajigal, Estado Sucre, Venezuela. Dirección Internet: http://robertoromeropereira.blogspot.com/