(Por: Delfín Martell) El sonido es ritmo, emoción y amor, pero también, arte que dispone de un lenguaje estético. Espacio vinculado al hombre a través de pensamientos e imágenes interiores transformadas en realidad por la voluntad que es poder en acción.    

     Retomando el tema del lenguaje y el sonido, la teoría musical, lo describe como sensación producida sobre el órgano del oído por el movimiento vibratorio de los cuerpos sonoros, es más, la estética amplía su definición estableciendo que tres son sus cualidades físicas: altura, intensidad y timbre.

      Breve sinopsis: Altura es el resultado del mayor o menor número de vibraciones producidas, como ejemplo, a mayor cantidad de estas el sonido es agudo.

La intensidad, es la fuerza del sonido, depende de la amplitud de las vibraciones.

La voluntad supone acción, pero si oponemos la voluntad a las pasiones, esto demuestra que ella nunca es pasiva

El timbre, es cualidad del sonido, que hace que dos instrumentos -diferentes familias- no puedan ser confundidos.

     Estas cualidades otorgan a la vibración sonora una condición especial que aplicadas -en otros escenarios- genera poder sanador a la mente, construyendo espacios, de orden vertical que transforman desorden en orden (empresas o personas) aplicable en toda situación o eventos donde el ser colectivo o individual toma parte.

     La voluntad supone acción, pero si oponemos  la voluntad a las pasiones, esto demuestra que ella nunca es pasiva. La voluntad, no solo es fuerza, es también razón y poder equilibrate de la vida... vibración y sonido que cataliza el ritmo de respuesta al hombre y sus acciones.

    Es el arte de balancear las fuerzas para equilibrar el movimiento. Y aclaro que  equilibrio no es inmovilidad, por el contario, inmovilidad, es muerte y el movimiento es vida.