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Sócrates como "Hombre Rebelde". Una Lectura de Albert Camus

05/05/2023 10:31 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

"Sócrates es el rebelde que prefiere la muerte a la negación del derecho que defiende, pues ha colocado ese derecho por encima de sí mismo"

Portada: By Luca Penni - pl.pinterest.com, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=24584304

 

Al terminar la segunda guerra mundial la juventud europea se encuentra desorientada y desmoralizada; es una juventud que ha luchado o visto luchar en la guerra, que ha sufrido o ha sido testigo de la persecución, del horror de los campos de concentración, de la deportación; una juventud que ha presenciado toda clase de inmoralidades y ha visto el derrumbe de los valores que aprendiera en su infancia; una juventud que se siente traicionada por aquellos que deberían guiarlos. En este contexto, no es de extrañar que gran parte de la juventud viera en el absurdo el nuevo camino; aunque muchos escogen el camino de la fe, muchos otros piensan que sólo se puede vivir de una forma: sin fe en nada ya que todo es absurdo; muchos hacen eco de las palabras del prisionero anónimo que inscribió en los muros de Auschwitz esta lapidaria frase: “Si Dios existe tendrá que rogar por mi perdón”. Así pues, frente a la desesperanza de estos jóvenes nada vale la pena, nada prevalece, ni la familia, ni la moral, todo es mentira. Nos encontramos frente a una posición que, a pesar de su pesimismo, resulta bastante cómoda; para muchos, el absurdo viene a ser una justificación, una vida en la que todo se justifica con una frase: “Todo es absurdo”.

Sin embargo, no todos están de acuerdo con esta forma de concebir el absurdo. Albert Camus es uno de aquellos que, si bien está de acuerdo con el absurdo, piensa que ese absurdo debe ser profundizado; consciente de que el absurdo no lo justifica todo, Camus piensa que en realidad el absurdo no justifica nada; Por esta razón, en "El Mito de Sísifo", Camus advierte que el absurdo no puede ser conclusión si no punto de partida. Para él, el absurdo se encuentra incrustado en la vida humana, está relacionado con el ser humano en cuanto ser en el mundo, de ahí que se centre directamente en el comportamiento humano, en la relación entre el sujeto y el mundo; en síntesis, el absurdo se aprecia en la tensión entre el deseo del ser humano y un mundo que no es enteramente razonable.  En El Mito de Sísifo, Albert Camus define el absurdo como: “un malestar moral y físico que proviene de la incapacidad para comprender el mundo que nos rodea”. El sentimiento del absurdo surge de una confrontación entre una situación fáctica y el mundo que la supera. De ahí que el absurdo no se encuentre en el mundo o en el ser humano, sino en la relación entre ambos. Camus advierte:

“No sé si este mundo tiene un sentido que lo supera pero sé que no conozco ese sentido y que por el momento me es imposible conocerlo. ¿Qué significa para mí un significado fuera de mi condición? No puedo comprender sino es en términos humanos. Lo que toco, lo que me resiste, eso es lo que comprendo”.

De acuerdo con Camus, el absurdo invade la existencia humana manifestándose en:

“El reconocimiento del paso del tiempo; La conciencia de nuestra mortalidad que se expresa en el “horror a la muerte”; La existencia de un vacío entre nuestra subjetividad y la ajena; La “alienación” del yo. Por último, decir que algo es absurdo es igual a decir que es imposible, o también, contradictorio. De igual manera, el absurdo es lo inadmisible, lo irrealizable, lo incomprensible, lo injustificable.”  (Véase: Camus, Albert (1999), El mito de Sísifo, Editorial Losada, Buenos Aires, Argentina.)

Ahora, el pensador argelino no propone una actitud de aislamiento, el suyo no es un mensaje que invite a olvidar la vida social; por el contrario, lo que él propone, frente al absurdo de la existencia, es una actitud de compromiso con los demás. Si, como afirmó Sartre, el hombre está condenado a ser libre, entonces esa misma libertad nos hace responsables de nosotros mismos y de los demás; de ahí se desprende el compromiso social y la solidaridad como imperativos morales que debemos seguir como hombres libres y en consecuencia responsables. Por otra parte, la noción de absurdo puede llevar a la indiferencia frente al crimen, pues si nada tiene sentido da igual ser o no un asesino:

“El sentimiento de lo absurdo, cuando se pretende ante todo extraer de él una regla de acción, hace al asesinato por lo menos indiferente y, por consiguiente, posible. Si no se cree en nada, si nada tiene sentido y no podemos afirmar valor alguno, todo es posible y nada tiene importancia. Nada de pro ni de contra, el asesino no tiene ni deja de tener razón. Se pueden atizar los crematorios como puede uno dedicarse al cuidado de los leprosos. Maldad y virtud son azar o capricho.” (El hombre rebelde)

Es en este punto donde cobra sentido la rebelión. Si el absurdo es punto de partida y no final, entonces la conciencia del absurdo debe llevar a la rebelión. Camus equipara lo anterior con la duda metódica cartesiana que al volverse sobre misma abre un nuevo horizonte de investigación:

“Lo absurdo, como la duda metódica, ha hecho tabla rasa. Nos deja en el atolladero. Pero, como la duda, puede, al volver a sí mismo, orientar una nueva investigación. El razonamiento prosigue entonces de la misma manera. Yo grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y tengo que creer por lo menos en mi protesta. La primera y la única evidencia que me es dada así, dentro de la experiencia absurda, es la rebelión.”

Cabe anotar que la rebelión no es, necesariamente, un acto egoísta o individualista; la rebelión no surge sólo de la propia sensación de opresión, puede surgir frente la opresión de que es víctima otra persona, pues la rebelión implica la conciencia de un algo que no es exclusivo del propio individuo, más bien es un algo común a toda la humanidad, en palabras del argelino:

“Se advertirá ante todo que el movimiento de rebelión no es, en su esencia, un movimiento egoísta. Puede haber, sin duda, determinaciones egoístas. Pero la rebelión se hace tanto contra la mentira como contra la opresión. [...] La rebelión no nace solamente, y forzosamente, en el oprimido, sino que puede nacer también ante el espectáculo de la opresión de que otro es víctima. Hay, pues, en este caso identificación con el otro individuo..”

Ahora, de acuerdo con Camus, un hombre rebelde es un hombre que niega, y, al hacerlo, afirma. Un hombre que propone un límite, un “hasta aquí” el rebelde toma una decisión e impone una rebeldía que implica la idea de una razón, de una certeza: “la rebelión va acompañada de la sensación de tener uno mismo, de alguna manera y en alguna parte, razón” (Camus, 1978: 17).

Ahora bien, en los diálogos Eutifrón y Apología, Platón nos presenta un Sócrates que, al defenderse de una serie de acusaciones, termina por defender un estilo de vida, o mejor, la filosofía como estilo de vida. Sócrates cuestiona la forma en que los atenienses de su tiempo conciben la religión, las leyes y las virtudes, socavando así los cimientos de la Polis. Al igual que el hombre rebelde, Sócrates niega un estado de cosas, y, al hacerlo, afirma un nuevo ethos para la polis, impulsado por una certeza, la certeza de que se le ha encomendado la misión de buscar la verdad y ayudar a otros a buscarla.

Ahora, según Camus la rebelión implica conciencia, la conciencia de estar en el derecho de adoptar una postura defensiva contra la injusticia; pero antes, resulta necesario determinar primero qué es lo justo o lo injusto. Para Sócrates, resultan inaceptables las definiciones de piedad e impiedad que le ofrece Eutifrón. Según la explicación de Eutifrón, lo pío sería aquello que agrada a los dioses y lo impío aquello que les desagrada: “En cuanto a mí, afirmaría que es pío lo que agrada a todos los dioses y que, por el contrario, lo que todos los dioses odian es impío”. A lo ojos de Sócrates, tal explicación resulta insuficiente, pues para él, los dioses, en el sentido que los entiende Eutifrón, no pueden ser puntos de referencia para establecer valores universales absolutos puesto que, lo que agrada a unos desagrada a otros:

Sócrates:  Luego no respondiste a lo que yo te preguntaba mi buen amigo; en efecto . yo no preguntaba qué es lo que, al mismo tiempo, es pío e impío. Según parece, lo que es agradable a los dioses es también odioso para los dioses. De esta manera, Eutifrón, si llevas a cabo lo que ahora vas a hacer intentando castigar a tu padre, no es nada extraño que hagas algo agradable para Zeus, pero odioso para Cronos y Urano, agradable paraHefesto, y odioso para Hera, y si algún otro dios difiere de otro sobre este punto también éste estará en la misma situación.”

“la rebelión va acompañada de la sensación de tener uno mismo, de alguna manera y en alguna parte, razón” (Camus, 1978: 17)

Así pues, apelar a los dioses, resulta ser un recurso que termina por explicarlo todo sin explicar nada; la razón humana no es suficiente para comprender a los dioses y por esta razón, Sócrates no puede identificarse con tales explicaciones. Según el diálogo Eutifrón, Sócrates levanta sospechas porque afirma que una voz divina le da útiles consejos acerca de cómo actuar. Declarar tener una fuente única y privada de inspiración divina, bien pudo ser su forma de rebelarse contra el control exclusivo de la ciudad en los asuntos religiosos. En Apología, vemos un Sócrates dispuesto a desobedecer la orden de abandonar sus cuestionamientos, dejar de plantear sus preguntas filosóficas; si el ateniense se niega a obedecer dicha orden es porque considera que sus preguntas sirven a un propósito. En el Eutifrón, Sócrates busca una base racional para hacer sacrificios y realizar otros ritos a los dioses, pero al no encontrar ninguna, deduce que no la hay. Semejante desafío a las prácticas religiosas tradicionales, levantaron sospechas de ateismo y dieron credibilidad a las acusaciones contra él (cabe anotar que finalmente no se le acusó de ateo sino de blasfemia).

Ahora, según Camus, si afirmamos que Dios no existe, y por ello carecemos de puntos de referencia que doten de sentido a nuestras acciones, entonces estamos obligados a inventarnos nuestra propia moral; pero esto no puede fundamentar un relativismo moral que nos lleve a justificarlo todo. Esto nos plantea una paradoja, pues ¿cómo puedo yo inventar mi propia moral, sin caer en un relativismo moral que me lleve a justificar todos mis actos? Sócrates encuentra la respuesta en la reflexión, el cuidado del alma y la búsqueda de la verdad; pero estas acciones deben ser continuas, más que una guerra que se pueda ganar o perder, es una batalla que hay que librar todos los días; y a esta batalla, Sócrates se entrega diariamente, aún a riesgo de su propia vida.

Ahora, si Sócrates puede defender sus creencias, puesto que ya las ha sometido al escrutinio de la razón, entonces ¿por qué se presenta como alguien sin conocimientos, excepto el conocimiento de su propia ignorancia? La respuesta, tal vez podemos encontrarla en el supuesto socrático de que sólo un experto completo en un campo cualquiera, puede considerarse completamente sabio en ese campo. Así pues, Sócrates no puede considerarse a sí mismo un experto moral, puesto que carece de las respuestas para las preguntas que él mismo plantea, en este sentido, no puede enseñar a otros a ser virtuosos. Aunque ha examinado sus creencias morales y puede dar razones en su favor, Sócrates se ve a sí mismo muy lejos aún del ideal de perfección moral que supone la comprensión completa de todos los asuntos morales. Por esta razón, su búsqueda no sólo es constante si no eterna.  

El hombre se rebela porque reconoce en sí mismo algo con lo que puede identificarse, y, al mismo tiempo, identificar a todo el género humano; éste algo con lo cual identificarse lo encuentra Sócrates en su interpretación del mensaje del dios del oráculo; Tanto Platón como Jenofonte, en sus respectivas Apologías, narran la anécdota según la cual Querefonte interroga al oráculo de Delfos recibiendo por respuesta que nadie es más sabio que Sócrates, mensaje que Sócrates interpreta diciendo que tal sabiduría radica en la aceptación de su propia ignorancia y en su esfuerzo por buscar el conocimiento; según Jenofonte, Sócrates cuestiona frente al jurado:

“Y en cuanto a sabio, ¿cómo se podría con razón negar que lo es un hombre como yo, que desde que empecé a comprender lo que se decía nunca dejé, en la medida de mis posibilidades, de investigar y aprender todo lo bueno que pude?”

En la narración de Platón, Sócrates llega a una conclusión similar:

“Es probable, atenienses, que el dios sea en realidad sabio y que, en este oráculo, diga que la sabiduría humana es digna de poco o de nada . Y parece que éste habla de Sócrates - se sirve de mi nombre poniéndome como ejemplo, como si dijera: Es el más sabio, el que. de entre vosotros, hombres, conoce, como Sócrates. que en verdad es digno de nada respecto a la sabiduría..”

Sócrates tiene la certeza de que el dios del oráculo le ha encomendado una misión, la misión de buscar la verdad y ayudar a otros hombres a buscarla, es por ello que, de acuerdo con Platón, concluye:

“Por esta ocupación no he tenido tiempo de realizar ningún asunto de la ciudad digno de citar ni tampoco mío particular. sino que me encuentro en gran pobreza a causa del servicio del dios.”

 

Con esta búsqueda de la verdad se identifica Sócrates y con ella identifica a los demás hombres. Por otra parte, Sócrates considera que si un hombre es malo, sólo puede serlo por ignorancia; de ahí la necesidad de buscar respuestas en el alma de cada ser humano, pues luchar contra la ignorancia es luchar contra la maldad, contra la injusticia; es esto lo que lo sostiene y siente que esta búsqueda, no sólo es su obligación, sino también, su derecho fundamental, derecho por el que está dispuesto a morir, es por ello que afirma:

“No tienes razón, amigo, si crees que un hombre que sea de algún provecho ha de tener en cuenta el riesgo de vivir o morir. sino el examinar solamente al obrar, si hace cosas justas o injustas y actos propios de un hombre bueno o de un hombre malo”

Y más adelante concluye que obraría indignamente si:

“según he creído y aceptado, que debo vivir filosofando y examinándome a mí mismo y a los demás, abandonara mi puesto por temor a la muerte o a cualquier otra cosa.”

Como vemos, Sócrates es el rebelde que prefiere la muerte a la negación del derecho que defiende, pues ha colocado ese derecho por encima de sí mismo; en este sentido, el rebelde Sócrates actúa en nombre de un valor que él siente que es común a todos los hombres; su rebelión no es egoísta, su búsqueda de la verdad, sus reproches y su obsesión por interrogar, examinar y refutar a los demás, no nace del deseo de lograr su propio bienestar, sino de la búsqueda del bien común; es por esta razón que proclama su convicción  de que no ha surgido mayor bien para la ciudad que su servicio al dios. Sócrates, comprometido con su misión, buscar la verdad y ayudar a otros a buscarla, no tiene problemas en aceptar su condena, pues considera que frente al deber que él mismo se ha impuesto, por el bien de la Polis, la muerte es una cuestión secundaria, y, en este sentido, podemos decir que se sacrifica en beneficio de un bien que, considera, sobrepasa su propio destino. De ahí su empeño en exhortar continuamente al cuidado del alma.

Ahora bien, Camus afirma que en una sociedad, el espíritu de rebelión sólo es posible en aquellos grupos en los que una igualdad teórica encubre una desigualdad de hecho. De esta forma, un hombre rebelde es aquel que se dedica a reivindicar un orden humano en el que todas las respuestas sean humanas, es decir, razonablemente formuladas. En la sociedad ateniense se pensaba que no todos tenían la misma capacidad de razonamiento; para los atenienses, las mujeres, los niños  y los esclavos, eran seres con una capacidad de razonamiento bastante limitada; por diálogos como el Menón, en el que se desarrolla el célebre diálogo con el esclavo al que se lleva a razonar sobre problemas geométricos, podemos deducir cómo reaccionaba Sócrates frente a esto. Él consideraba que todos los seres humanos tienen la misma capacidad de razonar y por lo tanto todos tienen derecho a luchar contra la ignorancia, mediante la reflexión y el cuidado del alma. De acuerdo con Camus, el dolor, el mal, el sufrimiento que el hombre rebelde ha vivido, lo llevan a comprender a los demás y dicha comprensión sólo puede entenderse en términos de solidaridad, pues aunque la experiencia absurda sea una experiencia individual, a partir de la rebelión el hombre rebelde se hace consciente de los demás. Como afirma Camus, en el momento en que el hombre se rebela, alcanza conciencia de la necesidad de igualdad. Para el rebelde Sócrates ni los mitos, ni los dioses, pueden ofrecer respuestas satisfactorias; esto lo llevó a luchar por reivindicar un orden humano en el que todas las respuestas fueran razonablemente formuladas.

Por último, en el Sócrates rebelde, el orden moral trasciende al individuo y se proyecta y extiende a la comunidad; por esta razón, en Sócrates encontramos que su búsqueda de la verdad, su empeño en dilucidar el problema que plantean los valores morales, se mezcla y se confunde con la consideración del problema político. La comunidad política es éticamente necesaria. Es en la comunidad política donde el Sócrates rebelde lleva a cabo su misión, su búsqueda; es en la comunidad política donde cobran sentido la virtud y el conocimiento. En conclusión, la rebelión no es posible en el aislamiento.

 

 

 


Sobre esta noticia

Autor:
Julian Naranjo (18 noticias)
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