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Obvio que está enfermo. Sano no está.
En los últimos dos meses los políticos venezolanos dejaron de nombrar la enfermedad de Chávez. Un prurito moral parece cubrir tal modo de hacer las cosas. Hablar del tema implica el riesgo de ser tildado de insensible o que los próximos gritos de Chávez, acompañado de una ligera caminata, sirvan para desmentirlo y hacerlo quedar mal ante la opinión. Una suerte de conducción mediática de su enfermedad, lo ha hecho parecer sano a los ojos de muchas personas que por el simple acto de verlo caminar y bajar una escalera, lo dieron por recuperado de sus males.
La duda sobre la enfermedad de Chávez flota en el aire y se escucha desde el que dice con plena certeza que no existe tal enfermedad, hasta el que opina que no llega al 7 de octubre.
La única verdad es que Chávez ha estado haciendo una campaña de poco movimiento físico y cuando más necesitaría estar en la calle, no lo ha estado haciendo. Ayer no estaba en la inauguración de infraestructura que se hizo en la zona de Los Teques. El vicepresidente lo cubrió. El sábado lució su rostro más terrible de los últimos meses, durante una concentración en Apure. Los ojos hinchados y su rostro excesivamente regordete no son precisamente los de un ser sano.
Enfundado en una chaqueta, en el inclemente calor barinés, debería hacernos pensar en la verdad de su estado de salud y si hacen memoria, todas sus últimas actuaciones se dan en un ambiente encerrado o bien al caer la tarde, después que el astro sol emprende retirada.
Este fin de semana parece haber marcado un punto de inflexión en la campaña electoral. Capriles se crece en muchos escenarios y Chávez parece haberse desinflado, tal como el muñeco que llenan de aire para cubrir sus ausencias. Sus copartidarios ahora dan bandazos y los llamados del Comando Carabobo no producen movimientos importantes. Escuchar a Mario Silva o Pérez Pírela nos debe dar una idea del estado de las cosas. Se alejan de la realidad con argumentos que parecen sacados de una novela de ficción. Un pueblo entero observa lo que está pasando, escucha a ambos candidatos y se prepara para la decisión electoral. Crece el apoyo a Capriles aun cuando al oficialismo le duela reconocerlo. Nos arropan con refritos y referencias al pasado, al tiempo que no pueden ofrecer nada que mueva nuestras emociones de futuro.
El próximo 7 de octubre elegiremos al presidente que comandará los destinos de esta nación por los próximos seis años. Le hacemos un flaco servicio al futuro eligiendo a quien no pudo resolver los problemas del país, pero los acrecentó, y en adición está demostrando una capacidad disminuida para trabajar. La Venezuela del futuro no se resuelve con lástima. Enrique Pereira @pereiralibre