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Definitivamente Venezuela no es una Nación. Es simplemente un espacio geográfico habitado por un porcentaje de homo sapiens, otro de neanderthales y un tercero mixto conformado por cromagñones y austrolapitecus. El concepto de Nación no es aplicable a sociedades impermeables a la legalidad, a la ciudadanía y a la razón. Una Nación no elegiría nunca a un hombre estúpido, perverso y demente, que rodeado de un equipo de marginales y delincuentes se dedican sistemáticamente a destruir el aparato productivo nacional y a robar, robar y robar. Roban porque no se sienten capaces de tener éxito de manera honesta.

La sociedad venezolana se muestra inerme, conformista, acepta a veces sumisamente y otras a regañadientes todas las locuras que se le ocurren a un dictador demente que hace un uso cruel, injusto y absolutista del poder. Los líderes políticos opositores han demostrado una incapacidad gigantesca, y no menor es su cobardía y pusilanimidad. A los pocos que alzan la voz con dignidad para defender el honor del país se les ignora o se les deja solos para que el aparato represor y la delincuencia judicial los saquen de circulación. Venezuela siempre ha sido una sociedad mezquina y envidiosa. Siempre se le buscan los defectos a la gente que triunfa, a los que se destacan positivamente. Nadie puede encumbrarse por sus talentos sin recibir el látigo implacable de los mediocres y envidiosos.

Desde siempre se ha dicho que cada país tiene el gobierno que se merece. Venezuela cada día que acepta cobardemente las afrentas que le hace un déspota enloquecido, demuestra que ese proverbio es totalmente cierto. Si hay que hacer un referendo revocatorio, se le debe hacer al país alcahueta y tolerante con la tiranía.

Jorge Ramírez Fernández

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