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En un mundo que se ha desintegrado progresivamente resulta inminente pensar juntos, “el pensamiento es el factor común a toda la humanidad. No hay pensamiento oriental o pensamiento occidental; solo existe la común capacidad de pensar”
Desafortunadamente por siglos nos hemos abierto paso por el angosto surco de la individualidad, el círculo estrecho del yo y del tú, del nosotros y del ellos. Debemos examinar juntos la muy compleja conciencia del hombre, porque es la que determina su comportamiento, pero, no la del hombre europeo ni del hombre asiático ni del hombre del medio oriente; sino del Hombre, sin categorías, sin líneas divisorias, para poder superar el drama de status que afecta a todas las sociedades y al mundo en general. Precisamente en tiempos de coronavirus la solidaridad y fraternidad humana han sido las bases para superar la crisis. Aunque no lo parezca. El mundo no podría estar sustentado por el odio, hay elementos trascendentales en la esencia humana.
En un mundo que se ha desintegrado progresivamente resulta inminente pensar juntos, “el pensamiento es el factor común a toda la humanidad. No hay pensamiento oriental o pensamiento occidental; solo existe la común capacidad de pensar”. En un profundo análisis sobre el pensamiento, Jiddu Krishnamurti explica, que la conciencia de cada uno de nosotros, es también, la conciencia de la humanidad. Porque uno sufre, está ansioso, se siente solo, inseguro, confuso o por el contrario se está esperanzado, a la expectativa, con fe, exactamente igual que otros, aunque estos vivan a diez mil millas de distancia.
Cuando realmente comprendamos que somos el resto de la humanidad, ello traerá consigo una energía inmensa; esa llamada conciencia individual, es también, la conciencia de la humanidad. Juntos hemos aprendido a valorar las cosas más simples de la vida, un abrazo, la cercanía con la familia, o nuestra cotidianidad …, y esto no ha sido de pobres o de ricos. Hemos visto un virus tan rápido y letal en su propagación, y aunque no es comparable con los fatídicos efectos de la pandemia de 1918 que dejó a su paso más de 50 millones de muertes a nivel mundial; el Covid-19 ha generado cambios profundos en las sociedades, que desde ya insta a un cambio en la conciencia del hombre.
Somos incapaces de ponernos en los zapatos de los demás —, esto es porque nuestra conciencia ha sido programada como una conciencia individual
Concuerdo con krishnamurti cuando plantea que “estamos programados psicológica y mentalmente”, ciertamente lo estamos, para ser católicos, protestantes, colombianos o británicos, por siglos hemos sido programados para creer o tener fe, para ser nacionalistas e ir a la guerra y así sucesivamente. Como se dice coloquialmente —somos incapaces de ponernos en los zapatos de los demás —, esto es porque nuestra conciencia ha sido programada como una conciencia individual; y nos preguntamos si esa conciencia que hemos aceptado como individual es, en modo alguno, realmente individual.
La pandemia ha demostrado que la muerte no distingue entre estrato social o raza, y la historia que la humanidad nunca ha estado preparada para enfrentar una crisis de estas proporciones. No me refiero al desarrollo de la ciencia, o la infraestructura sanitaria de la que esté dotado un país, sino, al sentido que cobra la muerte, y todo el andamiaje psicológico, emocional, y social que se entreteje alrededor de una crisis. Que no ha afectado solamente al tercer mundo o a las distintas categorizaciones que ha inventado el hombre, también, a la humanidad en su conjunto. Construyamos una nueva conciencia, es uno de los grandes mensajes de le deja esta pandemia a la humanidad.