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Por / Marta Muñiz Rueda, escritora y música
Con el paso de los años he llegado a la conclusión de que un libro es bueno, importante e interesante cuando suceden dos cosas: el lector necesita volver a él con cierta frecuencia para releer pasajes que le han cautivado, rellenar huecos, reflexionar sobre el mensaje. En segundo lugar, un libro es grande cuando nos lleva a otros libros, a otras obras de arte, cuando el autor es capaz de establecer conexiones metaliterarias y artísticas que sitúen la obra en el eslabón de una cadena. Ambas circunstancias confluyen en el último libro del escritor madrileño Justo Sotelo, "Poeta en Madrid" (Editorial Huso, 2021). Nacido un 29 de febrero, catedrático de Política Económica y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, es además profesor de la Universidad Pontificia de Comillas (Icade) y de la Complutense (Cunef).
Como novelista ha publicado La muerte lenta (1995), Vivir es ver pasar (1997), La paz de febrero (2006), Entrevías mon amour (2009) y Las mentiras inexactas (2012). También es autor de dos libros de cuentos: Cuentos de los viernes (2015) y Cuentos de los otros (2017), así como de dos ensayos sobre la obra de los escritores Manuel Rico y Haruki Murakami.
El título de su último libro establece de facto una conexión directa con García Lorca y su Poeta en Nueva York . Nada es puro azar. La obra del poeta granadino supuso en su momento una revolución. Las vanguardias se abren paso, llega el surrealismo, el lenguaje se transforma. Justo Sotelo lo sabe. Sabe que todo creador debe renovarse o morir, 'matar al padre', como él mismo dice en la página 31 de esta ópera literaria. Toda corriente artística se define por su oposición a la anterior, por romper con los moldes establecidos y abrir un camino nuevo entre la niebla hacia un horizonte aún por descubrir. Lorca, en "Poeta en Nueva York", reivindica algo que también busca Justo con su "Poeta en Madrid", la búsqueda de una dimensión humana en la que predomine el amor a la justicia, el amor y la belleza. Y el itinerario para llegar al final de ese camino siempre será la creación artística en el sentido platónico y aristotélico del término, ese paso que el autor de "El banquete" define como "la causa que convierte cualquier cosa de no-ser a ser".
La edición de "Poeta en Madrid" por parte de la Editorial Huso es elegante y cuidada, cómoda y manejable, invita al placer de su lectura y la propia portada es síntesis y presagio de su contenido. Una especie de puzzle o collage deconstruido en blanco y negro con piezas que el tiempo y el arte irán uniendo: Beckett, Mahler, Borges, Proust, Beethoven, Cortázar, Joyce y las letras desordenadas del apellido de Justo. En realidad, el arte, la literatura, el pensamiento y la creación son un viaje de ida en el Tiempo a través de sus almas. El nombre del protagonista tampoco es casual. Gabriel Relham es toda una declaración de amor y de intenciones. Gabriel como homenaje al personaje que creara Galdós en la primera serie de los Episodios Nacionales. Justo, Gabriel Araceli y Mahler se encontraron para no separarse jamás durante la adolescencia de Sotelo. Es palpable en este libro la influencia que el autor de "Fortunata y Jacinta" ejerce sobre su escritura. Lo hace desde el nombre del protagonista, seguramente a modo de homenaje, pero también desde esa conciencia de autor-testigo de su época a quien no le tiembla el pulso a la hora de ser 'políticamente incorrecto', denunciando la hipocresía moral de la sociedad de esta época, la corrupción, el desgaste de los valores, la contaminación de la cultura, la ausencia de Quijotes que defiendan la libertad, la pasividad de un mundo que no es capaz de quitarse de los ojos la venda que le impide ver una realidad cambiante que ya no puede controlar, desbocada por el capitalismo atroz y las tiranías encubiertas.
"Poeta en Madrid" es, probablemente, la obra más transgresora, arriesgada y valiente de Justo Sotelo. Lo es por crear un nuevo lenguaje, por dejar que su voz se exprese libremente, sin miedo a lo que el mundo pueda ver en él. Creo necesario resaltar este coraje, la grandeza de todos los librepensadores que aún existen y que no permiten que nada ni nadie les impida decir lo que piensan. Brindo, como en la página 24 de este libro, por España y por un teatro libre, porque todo ello es brindar por un futuro mejor, más espiritual y humano.
Es indudable que esta última obra de Justo responde al triunfo de la posmodernidad. La fragmentación, el alejamiento de la mímesis, las elipsis que el lector deberá ir rellenando en sucesivas lecturas, el culturalismo, la hibridación de géneros, la visión transversal y multidisciplinar del arte, la intertextualidad, el modo en que el tiempo y el espacio se diluyen. "Poeta en Madrid" es a veces poema, otras novela, pero es, sobre todo, teatro. Justo elige el formato dramático porque como ya dijo Arthur Miller: "El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma". El teatro le permite al escritor un juego de espejos que se adapta como un molde perfecto a su objetivo. Y quien dice teatro puede decir también ópera, un género supremo que incluye en su seno y por naturaleza todas las disciplinas artísticas posibles sometiéndonos a un escenario-juez. La ópera es literatura, interpretación, música, danza, poesía, una especie de cajón de sastre en el que cabe todo lo que nos hace divinos y humanos.
Entre los numerosos 'fantasmas' que acompañan a Gabriel Relham a lo largo de este viaje literario destacan dos fundamentalmente: Puccini y Borges.
Son numerosas las conexiones existentes entre "Poeta en Madrid" y el libreto de "La Bohème" que escribieran en el siglo XIX Giuseppe Giacosa y Luigi Illica inspirado en la obra de Henri Murger, "Escenas de la vida bohemia", publicada por entregas durante cinco años (1845-1849) en el periódico El Corsario. La buhardilla de una calle de Atocha en la que vive Relham será un hogar temporal para los personajes de Puccini: Musetta, Mimí, Rodolfo, Marcello, Schaunard y Colline. Todos ellos aparecen y desaparecen a lo largo del libro como un leit-motive. De ellos se sirve Gabriel Relham como último bohemio, porque desde el inicio del libro sabemos que 'La Bohemia', en su sentido original, ha muerto. Por eso evocamos 'Che gélida manina', pero ella no responde con 'semplicitá' , porque los artistas del siglo XXI ya no son tísicos, ni marginales, ni sobreviven en ese mar frío y romántico lleno de penurias. Los bohemios actuales llevan ropa de marca: Cerruti, Nina Pomellato, Chanel, Hugo Boss. En la era de las redes sociales y la posmodernidad la imagen juega un papel fundamental y la moda nos define ante los demás. El eco de "La Bohème' resonará en nuestros oídos incluso en esas onomatopeyas irónicas de tambores que recuerdan a los soldados parisinos que rodeaban a Musetta y a Marcello durante su reconciliación. Pero nuestros artistas no suelen vivir de su obra, pueden ser editores, gestores culturales en busca de una codiciada subvención, aspirantes a premios trampolín, corredores de bolsa; sin embargo, hay detalles que permanecen, dejan sabor a eternidad, como su afición por los Cafés míticos. El Café Momus de "La Bohème" bien podría ser el madrileño y glamuroso Café Embassy o el Café de los artistas .
No termina aquí la conexión con Puccini, pero hablemos de Borges, de cómo "Poeta en Madrid" es un pequeño universo-Aleph en el que no existe el olvido y eso es casi lo único que importa.
Poeta en Madrid" (Editorial Huso, 2021)
El discurso narrativo de Sotelo se bifurca en la obra como un bosque al más puro estilo borgeano, llegando incluso al cuento y al tango dentro de ese sueño que es la propia creación. Aparece el hombre de la esquina rosada como una ensoñación, como una suerte de fantasma con lenguaje de arrabal, una historia que camina a cuestas con la sombra inestimable de Piazzolla. Y antes y después de él todo un mundo infinito en el que habita Don Giovanni como un personaje que Mozart y Byron y Zorrilla han perdido (o ganado), Shakespeare, Goethe, Dante, Cortázar deletreando bocas o nombres, Cervantes, Neruda y por supuesto y en lugar excepcional Beethoven y Mahler, porque Gabriel o Justo, Justo o Gabriel, creen en la música y su poder sublime para salvar el arte. Lo inefable, lo intangible. El amor y el dolor. La trascendencia. De nuevo el no-azar. Si hubo dos compositores que realmente fueron capaces de saltarse las normas y romper los corsés de la armonía, la estructura rígida y la tonalidad fueron ellos: Beethoven y Mahler, los dioses del sinfonismo. Ambos se dan cita en la buhardilla y confiesan. Confiesan sus experiencias al borde de la soledad, la creación, la traición, el Tiempo, la inmortalidad y la muerte. ¿Quién es el padre? Siempre hay un padre que nos enseña a escribir, que nos lleva de la mano al paraíso.
Shakespeare decía que el mundo es un gran teatro . Y en toda obra dramática no puede faltar el personaje del Bufón, ese ser anónimo que supone la encarnación del sarcasmo, la verdad que nos da miedo escuchar y duele, escuece, la voz de la conciencia, el susurro de un secreto a voces, lo incómodo. Sin el bufón no habría comedia. Sotelo lo sabe y por ello le proporciona un papel estelar, siendo el puente conector más directo entre el autor y el público, entre un autor y otro autor. El bufón es el único capaz de hacer desaparecer al creador. Nos reímos de él y con él, pequeño, nimio, deforme a veces, pero tiene la última palabra y también el poder de despreciar y arrojarnos a la cara la vanidad, el auténtico enemigo presente. Da la sensación de que el bufón aparece de repente en "Poeta en Madrid", pero siempre ha estado ahí, como si el propio Shakespeare lo hubiese dejado desde "El rey Lear" en un rincón, durmiendo hasta recobrar vida en plumas futuras. El bufón es el no-olvido, no morirá nunca.
¿Y qué ocurre con Relham? ¿Qué le preocupa en realidad a Gabriel en esta época en la que todo fluye en un cambio constante, rápido y profundo? A Gabriel, que podría ser el propio Justo, el escritor, el lector o el personaje, le importa el futuro de la literatura y del arte. Por eso es el poeta quien nos convoca al borde del abismo, en medio de ese escenario que es la propia vida. Quizás hagan falta más románticos, bohemios y Quijotes para hacerla sobrevivir a Google, a Facebook, a Twitter e Instagram, al cambio climático y a todos los cambios que nos envuelven en una cortina de vértigo.
Pero frente a lo cambiante, aún en la posmodernidad se salva a través de un nuevo lenguaje lo inmutable, sea delicia o castigo a nuestra sed de trascendencia. El amor, como en "La Bohème" es lo único que da sentido al universo. ' Amor por encima de todas las cosas', nos dice Justo en la página 36 de "Poeta en Madrid" mientras lo pinta a todo color. Tal vez lo dice por lo mismo que en 1977 Borges escribió su poema 'Gunnar Thorgilsson':
La memoria del tiempo
está llena de espadas y de naves
y de polvo de imperios
y de rumor de hexámetros
y de altos caballos de guerra
y de clamores y de Shakespeare.
Yo quiero recordar aquel beso
con el que me besabas en Islandia.
España
Abril 2021
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