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Hidegard Rondón de Sansó / Exmagistrada de la Corte OpiniónAyer, las Torres gemelas, escuelas, hospitales, competencias deportivas. Todos hechos que sufrieron países por acciones criminales que causaron incredulidad, estupor e indignación, ante un odio profundo e irracional, donde terroristas utilizaron armamentos de fuego de mortifera capacidad. ¿Cómo olvidar a las víctimas de Madrid, Chad, Camerún, Costa de Marfil, Turquía, y Nigeria? Hoy Bélgica y Pakistán envuelven al mundo con tragedias en un aeropuerto y en un parque familiar, que acabaron con la vida de tantas personas, incluyendo niños, e hiriendo de gravedad a otros.Los pormenores en cada hecho han provocado conmoción en todas las naciones, en un mundo amenazado de destrucción, que ha contribuido a la edificación de sociedades caóticas, campo fertilizado para el auge del satanismo y el culto a la maldad.El mundo civilizado no comprendía los alcances, la gravedad y la perversidad del terrorismo. Los terroristas recibían un tratamiento de bajo perfil, con respeto estricto y apego a los derechos humanos y respuestas de fina civilidad. Estos percibían signos de debilidad, vitalizaban su agresividad e impunidad. Se les percibía como jóvenes idealistas, jamás como criminales.
La culpa está repartida entre los ejecutantes y los proveedores de armas, instalados en las grandes potencias, sin restricción alguna de gobiernos en la venta de estas armas al mundo terrorista.Pero llegó el momento en que la gota rebaso el vaso, 11 de setiembre de 2001, el mundo aterrorizado, entendió que no solo habían derribado dos torres en Nueva York, sino que la supervivencia de la humanidad y la civilización estaba seriamente amenazada. La época de tolerancia y complacencia tenía que dar paso a un sistema de respuesta represiva cargada de la mayor contundencia, localizándolos, capturandolos y castigándolos, igual que a sus protectores y financistas, que en tantas ocasiones imponían inmolarse.Inesperada y circunstancialmente, el conflicto bélico se ha convertido en una lucha religiosa, en la cual consideran que las naciones occidentales arremeten contra el Islam, y con los seguidores del Corán, insistiendo en esa posición para configurar una guerra santa.El 22 de marzo el aeropuerto de Bruselas se llenó de sangre. La catedral de San Miguel y Santa Gudula, reunidos líderes musulmanes, judíos, católicos, anglicanos, protestantes, evangélicos, realizaron una ceremonia ecuménica en honor de las víctimas.Y Pakistán, en un parque público con alegría de niños en columpios y madres que celebraban la Pascua, se vistió de luto con saldo de muertos y heridos, convertidos en pedazos por la acción de una bomba de un atacante suicida inmolado, proveniente de violencia de insurgentes del Talibán, bandas criminales y grupos sectarios, atacantes de cristianos y minorías religiosas que han jurado lealtad al Estado islámico.
Solidaridad y oración para ellos!