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En la realidad imaginaria de Ojos de Godo rojo es Joel Merlín, asimismo llamado el Estudiante, quien narra su vicisitud al tener que bajar uno de los grandes y tenebrosos túneles que se han construido en la capital de la Isla.
Va a entrevistarse con Godofredo Hernández, alias el Godo, presidente de una empresa enorme, inexplicable y desconcertante que domina y controla la vida en el país, en representación de Falexdel el Alto, su jefe y el máximo dictador corpóreo de la Isla detrás de cuyo ego está el Sempiterno.
Joel ha bajado, entonces, a las profundidades para acusar de corrupción al administrador de toda aquella Empresa, Armando Byrnes, y descubre que el Presidente o el Godo no es sólo un ser extraño y demoníaco, como una copia de Falexdel, sino además alguien que pretende lograr que la vida de los isleños se haga dentro de los túneles para dejarle libre la superficie a los inversionistas y turistas extranjeros, y de esta manera sacar los dólares suficientes para que el pueblo tenga que sufrir una existencia subterra, de pura explotación al servicio de los foráneos, por la cual ellos —el Sempiterno, Falexdel, el Godo y todo el régimen de los "históricos"— puedan asegurar el poder y control permanente de la Isla. Otro propósito de esta narración es decir cómo el Godo intenta comprar el alma del Estudiante, para convertirlo en otro Fausto más de los tantos agentes de turismo, delegados, funcionarios y embajadores que la dictadura de la Isla ha enviado al extranjero con el fin de adquirir —de manera muy barata o regalado si es posible— el confort capitalista y, contrariamente, vender bien caras las ideas políticas de un Espejismo, para no decir del Infierno.
Fuente: Manuel Gayol.