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Lo que temían los candidatos demócratas que ocurriera en las elecciones del pasado 2 de noviembre, augurado por las encuestas, finalmente ocurrió: Perdieron y feo, mientras el Presidente Barack Obama hace un mea culpa en torno a la derrota
Por Roberto Díaz Ramírez
Los gringos no andaban buscando al que se las hizo, sino al que se las pudiera pagar y ese fue Barak Obama, a la sazón, Presidente de los Estados Unidos, quien ha sufrido en las urnas por los errores cometidos durante la administración de George Bush, aquel que recibiera de Bill Clinton una nación económicamente boyante y entregara, ocho años después, un país al borde del colapso financiero y social.
Reducido su status económico a cenizas, gracias a la crisis global que reventara en el tercer trimestre del 2008, los electores de Gringolandia le cobraron entonces una primera factura a los republicanos de Bush, eligiendo a un presidente demócrata y luego, dos años después, le voltearon la tortilla a los demócratas, quienes ahora son los culpables, que no necesariamente los responsables, de que la casa se les esté derrumbando.
El Martes Negro de Obama, reconocido por el mismo, no hace sino poner los puntos sobre las íes de una crisis que amenaza con acrecentar su golpeteo sobre las clases menos favorecidas de Estados Unidos, de ahí que en su mea culpa, el mandatario que hace dos años celebrara un histórico triunfo, hoy lamenta la gran paliza recibida por sus compañeros de partido, siendo la economía la manzana de la discordia.
Lo malo es que la economía, el Talón de Aquiles del gobierno gringo, no da señales de mejora, de cara a una ciudadanía electoral que no quita el dedo del renglón, exigiendo más y mejores empleos..
Lo malo es que la economía, el Talón de Aquiles del gobierno gringo, no da señales de mejora, de cara a una ciudadanía electoral que no quita el dedo del renglón, exigiendo más y mejores empleos, mientras ve como la bonanza de épocas pasadas se ha escurrido como agua entre las manos, situación que no empezó con Obama, pero que sí se ha agudizado, hasta el extremo de no hallar la puerta a sus tribulaciones.
Ejemplo de ello es la tasa desempleo, que oficialmente se halla en 9.6%, prácticamente la misma de enero y febrero de 2010, pero que de acuerdo a los corrillos no oficiales, ronda los 17 puntos porcentuales, problemática económica y social que afecta, si las matemáticas no fallan, a entre 15 y 26 millones de norteamericanos, tomando como base una Población Económicamente Activa integrada por más de 155 millones de estadounidenses.
Así las cosas, el mea culpa de Obama es un vano intento presidencial que busca explicar y, de ser posible, cumplir a satisfacción la que se antoja como otra misión imposible: exorcizar al halloweenesco fantasma de la desesperanza que recorre Norteamérica.