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Hay pactos que deben ser respetados, con los personajes, con los que imparten las leyes, con la historia. La narrativa de este tributo desea dejar sentado esa circunstancia, pues, algunos todavía disfrutan de la dicha de existir y otros han partido pero son merecedores de reconocimiento en el tiempo.
El General Antonio Ávila, un militar formado en el aparato castrense de El Salvador, caminaba de un lado a otro, mientras extraía humo a sus pulmones de un habano cubano, regalo de Fidel Castro. Ávila sabía, que sus detractores, siempre estaban pendientes de sus actos públicos y privados, y debía por ello, andarse con cuidado. Su meditación se vio interrumpida con la entrada de uno de sus gendarmes que como siempre traía los periódicos diariamente. Con fuerte voz, dijo, déjalo allí, señalando con su índice sin temblor, un ancho escritorio, colmado de papeles, documentos de seguridad y en el cual muchas veces, como esta, su puño, caía inmisericorde sobre la madera fina produciendo un alivio tibio a su ansiedad. Hizo un gran esfuerzo para realizar la lectura del tabloide, pues, no quería, que el resto supiera, que su aceptación visual iba en decadencia por los años. Sentado en su cómodo sillón tomó los titulares que hicieron causar malestar, entre dientes susurraba enojo, rabia, impotencia, en sí, grandes conflictos emocionales que solo lograban ser menguados por la acción de su voz. El titular era aterrador, el hermano pueblo de Nicaragua, estaba bajo fuego, la noticia seguía expresando, que los blancos ya no eran militares, sino civiles, que incluían mujeres, niños, ancianos, que los hospitales no eran respetados, pues se perseguía hasta el último rincón todo aquél que refutaba las ideas del mandatario producto de una dinastía de años, que con el pasar del tiempo se encarnizaba aún más.
Pensativo y disgustado, sus pensamientos de ven sorprendidos por la entrada anticipada de un leve toque a la puerta de Jesús José, su amigo, su confidente, un hombre culto, de formación intelectual increíble, pero ante todo, lleno de humildad y desprendimiento a favor de las causas humanas donde se requería solidaridad. Jesús José pregunta, que la pasa, General, pregunta formulada como siempre se dirigía a quien tanta lealtad y aprecio brindaba siempre. Ávila contesta, siéntate, leíste los periódicos, contestó José, sí los leí comandante, es terrible lo que pasa allende de nuestras fronteras. Qué piensa hacer, pues usted, no me engaña, le conozco demasiado, y sé, que algo trama. No se preocupe, que sea lo que sea, siempre cuenta conmigo. Quitó el tabaco que casi agonizaba de su boca y dijo dando un golpe en la espalda, lo sé amigo, lo sé. Mira, siguió agregando, quiero ayudar a esta gente, es humano hacerlo. Pero hay disyuntivas, si voy de frente, me dicen comunista, no lo soy, sabes no me llevo con la injusticia, menos que las armas estén contra el pueblo, mi ejército, no puede atravesar fronteras sin ser desapercibidos, pero tampoco puedo cruzarme de brazos ante tanta brutalidad y donde sangre inocente se derrama. Tú sabes quién maneja los motes políticos de la región y eso le cae bien a mis adversarios, tener una punta de lanza para que se me tilde rojo en este caso sin serlo. Lo sé comandante, ante todo, le conozco también que mi aprecio es como de hermanos, así te siento yo José, como mi hermano de sangre. Encuentro en ti aprecio real, jamás me pides nada para ti, solo pides para otros y me apoyas en todo. Tarde o temprano, te voy a recompensar por ello. Enseguida interviene José, gracias señor, pero no, prefiero la recompensa de la historia.
Esas palabras tan profundas causaron que Ávila olvidara el titular del diario y pensó al instante, no todos son malos, hizo brevemente una comparación de Somoza con Hitler, como buen militar de carrera recordó que no es necesario un nombre para una Operación, pues, en la época triste dela Alemanianazi, los paracaidistas que debían ser lanzados sobre Berlín, cumplían una misión llamada Operación Eclipse, tenían la seguridad de que alguna conspiración de alto nivel había hecho abortar el plan, que denunciaron el asunto a más de veinte oficiales de alto rango, entre ellos los Generales Simpson, Hodges y Ridgway. Otros nada recordaban de Eclipse e incluso los había que sólo se trataba de un plan para gobernar Alemania tras la ocupación, no obstante, el General Ávila sí recordó, que Ridgway en su momento expresóm que para él, Eclipse fue planes no muy claros que se elaboraron en los días finales de las hostilidades, y que el destino era colocar tropas en Berlín y que jamás oyó la menor palabra sobre una conspiración de alto nivel, en relación con el plan concerniente a Berlín. Ávila ante esas reflexiones comparativas concluyó, el nombre es el de menos de la misión, hay que ayudar a esa gente a como de lugar.
Los días transcurrían era la década de los años setenta, nada ocurrió después de esa conversación secreta.
Un día entró casi corriendo José, al despacho del General, esta vez, olvidó tocar la puerta y ya dentro pidió disculpas, el General Ávila le dijo, no te preocupes, qué pasa.
General creo que es la oportunidad de ir a Nicaragua para ayudar a la gente inocente, porqué lo dices, pues verá, mire el periódico, lee tú, dime, la IglesiaCatólica, líderes del mundo revolucionario, organismos de Derechos Humanos, en fin, un mundo, se une a la causa, pues cuestionan al régimen de Anastacio Somoza, pues su trono cada día se yergue sobre el terror, pánico, hambre, torturas, persecuciones, cárcel y muerte.
Hummm interesante lo que dices amigo, claro, que hay que pulir ideas y creo como tú, hay que incorporarse, pero no de manera directa por lo que yo te he expresado, amén de que los servicios de inteligencia están en nuestra América, viendo cada paso para dar informes a su propio criterio, José, hay que idear el plan, lo primero, escoger las personas, que no deben ser militares nuestros y menos advertir a nuestra inteligencia de esto, pues sabes estamos vendidos, suficiente tengo con cubrir mis espaldas, que sumar una misión sin pie ni cabeza. José presuroso dijo, pues la tendrá comandante. Qué sugieres. Con los detalles que usted da se debe establecer un perfil y luego sobre la marcha después de la selección de las unidades, damos brújula de avance. Me parece bien, pues empieza con buscar quiénes son esas personas y recuerda entre menos sean mejor, quiero calidad, no cantidad. A la orden comandante, cuente con ello y salió con gran celeridad a establecer lo ordenado para la misión. El periódico quedó sobre el escritorio del comandante y éste leyó que en el Barrio de Monimbó de Masaya se había dado esa noche anterior al cierre de planas una gran insurrección popular.
Las olas de un verano caliente pegaban con fuerza a la fortaleza militar donde el General Antonio Ávila tomaba descansos y realizaba reuniones cuando eran solicitadas y ameritaban las mismas. Una voz femenina joven interrumpió sus pensamientos, era Aida, una de las cuatro jóvenes becadas de extracción humilde, que como regalo a su excelencia académica, se les premiaba con quince días de disfrute en esas bellas playas.
Aida saludó, cómo está comandante, desea un refresco, hola hija, cómo la estás pasando, bien respondió, perfecto entonces, tus compañeras, ella también lo están. Qué bueno, estoy muy contento por el rendimiento académico de todas, pero, ahora que terminan sus días aquí, les ruego vayan con sus familias, tú con tu madre, disfruten del calor de sus hogares, no importa carezcan de comodidades, pero hay cariño, te parece. Sí general así lo haremos, le estamos muy agradecidas. No es nada, lo merecen, les quiero como unas hijas, a pesar de lo que hablen de mí de ser un depravado según mis enemigos en todos los niveles, a ti en especial, te quiero y miro como una hija . Lo sé General, no cualquiera da las manos y las extiende como usted. Bien trae el refresco y puedes ir con tus compañeras. Está bien, permiso señor. Propio.
Pueden irse a la tarde sí desean, aprovechen que viene un camión con enseres y se ahorran el pasaje. Sí señor así será. Ávila miró con mucho cariño a esta joven la cual como cosa contradictoria pertenecía a una de las familias de estirpe y burguesa del país, pero al morir su padre, fue abandonada totalmente y éste le ofreció ayudarla para que estudiara mediante becas.
Transcurría el tiempo y Nicaragua seguía siendo noticia. Los medios de comunicación del mundo, enfocaban un gran acontecimiento histórico, el Palacio Nacional de Managua había sido tomado por el Comandante Eden Pastora, el General medita un instante y por sus neuronas pasan imágenes rápidas y dijo en voz baja, para sí, esto debe tener a Somoza como un áspid oliendo ajos en una cesta, la violencia se va a recrudecer, lo conozco bien, y va a hacerlo de nuevo contra los civiles.
Las fuerzas guerrilleras del FSLN, o sea el Frente Sandinista de Liberación Nacional, junto a los frentes de lucha de Benjamín Zeledón, Carlos Fonseca, Carlos Roberto Herembes y Rigoberto López Pérez han encendido la lucha de Oriente a Occidente del país nica, no cabe duda que León, Chinandega, Masaya, Carazo y la propia Managua están levantados en armas.
La inquietud hemisférica se acentuaba, pues, las peticiones por buscar una solución rápida al conflicto permite entonces quela OEA intervenga como organismo internacional, pues la guerra civil tenía fecha de cumplimiento, marzo de 1979 se anunció como Ofensiva Final. Ante esta proclama de Guerra, la OEAhace un llamado a la conciliación y pide a todos los gobiernos de América, intervengan para evitar más derramamiento de sangre, amén de los embates sufridos por el terremoto, donde solo Somoza y sus secuaces se beneficiaron de la ayuda internacional y de los desembolsos millonarios con aval de crédito internacional otorgados por esa causa, que conociendo la comunidad de Naciones cuál fue el manejo de la ayuda por causa del desastre natural se abstuvieron de participar esta vez. El llamado cayó en oídos sordos hecho porla OEAcomo mediadores pero no en los oídos del General Antonio Ávila, que con voz llena de energía, ordena busquen y traigan rápido a José su amigo y confidente para saber cómo andaba el plan pues no quería eso muriera en la cuna. En minutos llega José ante la presencia del comandante, quién pregunta, me mandó a llamar. Sí respondió. José más que todos los terremotos juntos no producen más daño a Nicaragua, que Somoza, tengo informes que sus aviones están sobrevolando la selva, bombardean barricadas y trincheras. Los sandinistas se han apoderado de varias poblaciones nica, carajo, comandante eso es muy grave dice José, y adiciona el General, lo peor amigo mío, quela OEA, ha pedido ayuda a los gobiernos de América y nadie José, se quiere sumar. Estoy consciente no puedo enviar soldados, armas, nada que ponga en riesgo la bandera nuestra a nivel nacional e internacional, pues se crean conflictos y podemos perder aviones y gente en esta incursión. Tú conoces los puntos de aterrizaje con los ojos cerrados de América, eres un excelente piloto, has realizado para mí misiones tan secretas, que ni mi aparato de inteligencia tiene conocimiento de ello y menos foráneos. Con ello, has beneficiado gente inocente y muchas vidas hoy disfrutan de la paz. Hubo un silencio, después del introito, y José responde, qué quiere qué haga esta vez, qué quiere en sí. Con una voz fuerte dice, quiero sacar mujeres, niños, ancianos, viejos, enfermos graves, llevar agua, comida, medicina, en bultos arrojados a esa gente, los trae acá y luego les damos calidad de refugiados, habilitamos albergues, pero que puedan respirar un poco de tranquilidad. Sobre la marcha los ubicamos, lo importante sacarlos de ese infierno. Comandante, usted mismo ha dicho que no puede ser gente nuestra, que no se pueden usar cosas que vinculen al gobierno, dónde encontraremos esas personas que acepten ese riesgo mortal. Sabiendo tú lo que quiero, te prometo que mañana temprano, esos nombres estarán contigo. Sí señor, y salió con paso rápido dejando al comandante con la misión de buscar gente para la misión.
Amaneció, el comandante todavía no sabía quién estaría en esa misión, pero, un artículo de Xabier Gorostiaga vasco-nicaraguense le puso a pensar muy fino. Se describía con señas y señales la caída del Cuartel de San Carlos en octubre de 1977, muchos eran los caídos y la población nicaraguense esperaba ayuda de sus hermanos vecinos y nada. Sus pensamientos fueron interrumpidos por un secretario militar, señor, la joven Aida, quiere hablarle por teléfono. Pásala. Sí hija, qué se te ofrece. Comandante los libros de mi carrera son muy caros, he conseguido con un compañero me los preste, pero es para fotocopiar, quería pedirle el favor, si puedo sacar las copias en el cuartel pues no tengo recursos. Claro que sí, cuándo vienes, usted dirá señor, pues sino tienes nada qué hacer ven ya y se sacan enseguida y mientras me platicas de la universidad cómo andan las clases, aunque sabes que siempre he centrado mi opinión de que te vayas a Venezuela a tomar tu carrera, pero con adición militar, te espero pues, y cerró.
Era eso de las dos de la tarde de ese día, José y el Comandante repasaban los aeropuertos oficiales y secretos de toda la región conocidos en sus viajes. La puerta se tocó, era un oficial con Aida, que cargaba unos libros. Enseguida el General dijo, eso son hija, Aida dijo sí, entrega eso, y se lo entregó al mismo que le hizo pasar, saca las copias y se las ordenas. Aida dijo timidamente, comandante veo está ocupado, puedo quedarme fuera. Dijo de ninguna manera te quedas, eres como mi hija, nunca olvides eso. Sí señor dijo Aida.
Aida observaba y escuchaba con atención la preocupación del comandante y todas las apreciaciones que le hacía José su hombre de confianza. Dice el comandante, te he quedado mal, no tengo a nadie para mandar a cumplir esa misión puedes creer. Dice José, yo hasta pensé que la idea de causa humanitaria podría darle punto de referencia. Nada José, con tanta gente bajo mi mando y nada. Aida al escuchar esa frase, se dirige al comandante y dice, en qué puedo ayudar señor. Los ojos del General y José brillaron como quien encuentra un tesoro en territorio sin mapa ni noticias de que exista algo semejante.
Ávila se levanta, eso es, mis muchachas José, estas mismas son, son ágiles, confío en ellas y tienen potencial, qué opinas. Aida no sabía ni en que lío estaba metida pero dijo, si me explican con gusto. Hija, sabes cuanto te quiero, hoy otras personas como eres tú, necesitan de ti y tus compañeras. José explica de qué se trata por favor. Ideas sustanciales fueron dichas por José a Aida, quien llena de juventud, dijo, qué experiencia debe ser eso. Sabes que puedes morir junto a tus compañeras y que nadie, ni tu familia sabrán dónde están mientras anden por allá, huy, pues ni modo, lo hacemos. Llamo a las muchachas comandante, claro que sí, llama, llama. Aida tomó el teléfono y les dijo que el comandante quería hablarles, el General dijo, un vehículo militar iba por ellas. Así fue. Llegaron preocupadas, pero luego de explicarse el asunto, el General dijo, quien no quiere ir, tiene la libertad de irse a casa y no decir nada de esto, quien quiere ir, den un paso en frente. Todas dieron ese paso sin pestañear. Aida, Omaira, Perla, y Luisa . Bien José, entrena estas muchachas en otro escenario fuera de por aquí, dale primeros auxilios, subsistencia en la selva, comunicaciones militares, interpretación de mapas, avanzada de infantería, manejo y transmisión de inteligencia, y esencial clases de tiro, que aprendan el manejo de UZI DE 9MM y pistola varias de fabricación belga, el FAL con cargador y uso de pistón de gas con recorrido corto, es importante la geografia de Nicaragua y saber controlar emoción en vuelos diversos bajo fuego, el manejo de control de dolor y postura si son capturadas. Empieza ya. Se usará tu avión, que se pinte y has comunicación con amigos civiles en Nicaragua que vamos por ayuda, es una orden. Sí señor.
El entrenamiento empezaba casi a las dos de la mañana, se hacían simulacros de vuelo, uso de armas, de guerra, infantería, comunicaciones, todo lo pedido por el comandante.
Pasaron treinta días, los trajes de fatiga y el entrenamiento cada día les hacían más soldados. José, observaba y evaluaba, pulía cada acción. Una mañana se fue al entrenamiento y dijo, hoy no es práctica, vamos al escenario de guerra. Las chicas se miraron y se dieron un abrazo fuerte tratando de que sus energías fluyeran entre sí. El avión se iba alejando en el cielo azul, sentadas sobre la carga, pues iban agua, leche, comida, medicinas, jeringuillas, lo necesario por lo menos para sobrevivir. El cielo, fue dejando su color azul y se tornaba gris, a lo lejos columnas de humo, se levantaban ante cañonazos fuertes que ensordecían los sentidos, ráfagas de metralleta, gente corriendo como insectos huyendo se divisaban a lo lejos, pues la altura no permitía ver los rostros de esas personas sofocadas por la tragedia. José piloteaba como nunca, dijo, vamos a volar cerca de la playa, allí en puntos que diga ya, tiran las cosas para que alcance para todos, si hay que hacer varios vuelos se hacen, mientras, cuando diga ya, los brazos de ustedes, deben agarrar a viejos, enfermos, mujeres, niños, yo hago las maniobras y ustedes hacen su trabajo, no se pierdan mirando los cañones, cuando estemos en fuego cruzado hagan lo aprendido, están bien entrenadas para salir ilesas, solo el golpe de la mala suerte, puede evitarlo. Todas con la cabeza asintieron y se pusieron en posiciones de estrategas, bien viene el primer objetivo, tiren la primera carga. El avión hacía maniobras increíbles en el aire, disparos trataban de derribarlo, vamos, vamos, decía José, voy abajo, muy bajo, tomen a todos los que puedan, los brazos de las chicas se estiraban como nunca, nuevos pasajeros subían a bordo, rostros llenos de miedo, de dolor, de hambre, de sed. Bien, Perla, vamos a ubicarlos en sitios seguros y venimos por más. Así se fue haciendo, poco a poco, se iba creando una colonia, hasta que el cansancio rindió a José y las muchachas. Hay que turnarse, usen las pistolas si es necesario, esto es plan humanitario. Muchos después de ser atendidos se rindieron y el sueño les hizo prisioneros. Se mantenía una fogata con fuego tenue, para evitar los mosquitos y otros peligros. La noche espesa, a lo lejos se escuchaba el bravío de los cañones de guerra, a pesar de estar en territorio limítrofe al conflicto. De momento entra en escena una patrulla de reconocimiento de Somoza fuertemente armada, hubo disparos, muchos caían ante el fuego de pistolas, metrallas, las chicas despiertas como José, toman las armas y empiezan los disparos, José dijo rápido, voy al avión, enciendo motores y suban todos los que puedan, vamos, vamos. Cada chica tomó su pistola, revisaron la misma, los disparos alertaron a civiles que estaban contra Somoza y vivían cerca de la playa, era una locura, los niños, mujeres, enfermos, ancianos, tuvieron la prioridad. Los disparos eran confusos, Perla, fue la primera en caer, subiendo a unos niños, una metralla nica alcanzó su espalda, haciendo retorcerse todo su cuerpo quedando sin alma. José tomo control, suban a Perla, hay que sepultarla, Aida, distraída, mirando a su amiga Perla sin vida, y siguiendo en la misión, fue alcanzada por una bala en su pie izquierdo que le impedía caminar, sus otras compañeras, le ayudaron a subir el avión en marcha. José, dijo, disparen hasta que logre altura, hay que salir de aquí. En un silencio espeso, se fue descendiendo del avión que ya tenía rastros de combate. A lo lejos, se divisaba, un campamento que sacaban bandera blanca. Unas hermanas dela Caridad, auxiliaban a los que huían de la guerra. Los pasajeros quedaron en buenas manos y luego bien ubicados. Perla fue enterrada en territorio neutral con el dolor de sus compañeras, Omaira, se quedó en el campamento ayudando y conoció a un hondureño revolucionario que se unió a las filas sandinistas, Aida fue operada de su pie izquierdo y se mantuvo en territorio neutral pues estaba indocumentada, con la ayuda de religiosas católicas volvió a su país de orígen, su otra compañera, Luisa, se incorporó a la milicia que hasta el día de hoy cumple con su labor militar. José murió posteriormente y el viejo avión quedó en las ruinas con el pasar del tiempo. El General Antonio Ávila después de ofrecer a Aída ayuda para estudios, le perfeccionó en inteligencia máxima con los mejores instructores. Así termina el relato verídico con nombres distintos, pues la operación secreta no ha dejado de ser así hasta hoy., sin nombre y de alto perfil.
Tal vez no haya habido en la historia latinoamericana días tan significativos como los vividos en Nicaragua, significado y consecuencias por este equipo que otorgaron su juventud, tiempo y lealtad. He procurado escribir acerca de este trascendental hecho, como si hubiese pasado un centenar de años, he tratado de retratar ese pasado con la objetividad que proporciona el paso del tiempo.
Msx Beerbohn escribió en cierta ocasión algo sobre el pasado, que esta vez, ha sido mi intención, parafraseo con él, el pasado es una obra de arte, que está libre de incongruencias y de hechos inexplicables. Mi deseo ha sido reproducir los hechos pasados después de transcurrido el tiempo suficiente para presentarlos con relativa tranquilidad, pero no antes de que las incongruencias y los hechos inexplicables, que constituyen la parte interesante de la historia, se hayan desvanecido.
Perla, Lucía, Omaira, José, General, Aída, gracias en nombre del pueblo de Nicaragua.
Olga Nelly Tapia
Nacionalidad Panameña
Crítica y Analista de Artes