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La libertad de expresión es objeto de debate en Francia tras los atentados de París y las inmensas manifestaciones en defensa de ese derecho, a las que siguieron varias condenas por "apología del terrorismo".
"No podemos manifestarnos por la libertad de expresión y enviar a la cárcel gente sólo porque expresó" su opinión, estima el abogado Basile Ader, especialista del derecho de la prensa, que considera que el actual clima de emoción y miedo puede explicar la severidad de la justicia en sentencias recientes.
El debate se centra en el derecho a burlarse de las religiones o en los límites que separan la burla y el racismo. Incluso el papa Francisco contribuyó a la controversia al declarar durante su viaje a Filipinas que el "derecho fundamental" de libre expresión no autoriza a "insultar" la fe del prójimo.
"Matar en nombre de Dios es una aberración", dijo el papa, pero agregó que "todas las religiones tienen su dignidad" y "hay límites".
En Francia no existe el delito de blasfemia y burlarse de las religiones es totalmente legal. La libertad de expresión es un principio plasmado en la Declaración de los Derechos Humanos de 1789 y confirmado por la Convención Europea de Derechos Humanos.
Los únicos límites impuestos por la ley francesa son la difamación, la injuria, la incitación al odio o a la violencia racial y la "apología del terrorismo".
La ley sanciona en particular la "incitación a la discriminación, al odio o a la violencia respecto a una persona o grupo de personas en razón de su origen o de su pertenencia o no pertenencia a una etnia, una nación, una raza o una religión", un delito pasible de un año de prisión y de una multa de 45.000 euros.
- Laicismo y anticlericalismo -
Charlie Hebdo, un periódico claramente anticlerical, fue llevado a menudo ante los tribunales por sus dibujos satíricos de las religiones, pero rara vez condenado, dado que los jueces consideraron que el diario se expresó en los límites de la caricatura, excesiva por naturaleza.
En cambio, el humorista Dieudonné fue condenado varias veces por declaraciones consideradas antisemitas. Y actualmente está acusado de "apología del terrorismo" por haber escrito en Facebook que se sentía "Charlie Coulibaly", en alusión al apellido del yihadista que mató la semana pasada a una policía en el sur de París y a cuatro judíos en un supermercado kósher.
Los admiradores de Dieudonné, que denuncian una "libertad de expresión selectiva", tienen un razonamiento "simplista", sostiene otro abogado especialista de la prensa, Christophe Bigot, señalando que el humorista es sancionado porque agrede "a personas cuando la emprende contra los judíos en tanto que comunidad".
Desde los atentados de la semana pasada, se abrieron en Francia 54 causas judiciales por "apología del terrorismo", y se pronunciaron varias condenas a prisión.
Basile Ader asegura estar chocado por la severidad de algunas condenas, que explica por la excepcional situación que vive Francia actualmente.
Estamos "en tiempo de guerra. En toda la historia, incluso en las democracias, los tiempos de guerra justifican las medidas excepcionales", dice.
Las particularidades de la legislación francesa pueden dar la impresión de un equilibrio un tanto ambiguo.
- "Caso por caso" -
En la práctica, son los jueces los que dirimen entre libertad de criticar, lucha contra el extremismo o respeto a las convicciones religiosas.
Los humoristas gozan de un "derecho al humor" examinado "caso por caso", señala Adler. Las mismas palabras "serán sancionables en un caso y no en otro", en función del contexto.
También el Tribunnal Europeo de Derechos Humanos ha considerado varias veces veces que ciertas frases controvertidas estaban autorizadas en el marco de un debate público.
En base a esa decisión de los jueces de Estrasburgo, el tribunal de casación, la más alta instancia judicial francesa, anuló en 2006 una condena pronunciada contra el sociólogo Edgar Morin, que había sido acusado de difamación racial por consideraciones sobre la política israelí en los territorios palestinos.
Francia tiene además una larga tradición anticlerical que remonta a la Revolución, y que la distingue de otros países como Gran Bretaña, donde la reina es también la autoridad suprema de la iglesia anglicana.
En Gran Bretaña, el derecho a criticar a las religiones está también inscrito en la ley pero la prensa británica se muestra sumamente recatada. "En ese sentido, nosotros no somos un país tan laico", afirma Eric Barendt, experto británico de la libertad de expresión.