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5 noviembre, 2017 0 11 Sobriedades es el libro que le falta al poeta Gonzalo Fragui, autor de Ebriedades 1 y 2, un compendio de nuestras francachelas observadas desde el falso positivo de su ser borracho, que no es. Fragui no bebe porque su mujer le pega, si lo hace, como es un poeta inteligentazo, decidió convertirse en un campaneador de oficio, vale decir, un espía de poetas ebrios mientras campanea un trago que va ahogando en hielo derretido, mientras sus contertulios hacen aguas. Ese es el otro perfil de la sobriedad, el poeta que quisiera zambullirse en la etilia literaria, pero, con esas "impedimentas materno sentimentales", hasta nos salió bueno. Mi querido Gonzalo es el "between" entre los escritores que se dan con todo con la etilia, y quien prefiere el discreto encanto de parecerlo, sin serlo, aunque siempre mantenga sus simpatías por ese rayo, que al decir de Machado, no cesa.Shakespeare diría, beber o no beber, esa es la cuestión... en una entrevista que publiqué en El Mundo, en su época vespertina, Adriano González León recordaba que Omar Khayam decía: "Voy por el camino con mi botella y mi sombra. Afortunadamente, mi sombra no bebe". Félix Sojo, en Abstinencia alcohólica: ¿crónica de un imposible?, pregunta: ¿Beben los escritores por miedo escénico, por timidez?, uno de mis tereutas, el jesuita Alex Salom, mi psicólogo de cabecera, para ser preciso... pontificaba que, en mi caso, era para ocultar la depresión, hoy siento dudar de su diagnóstico porque en mis 15 días abstinentes, lejos de "depre" alguna, me poseyó un júbilo extrañamente celestial.Gonzalo Ugidos en Dipsomanía y literatura: el don de la ebriedad publicado en el Magazine de El Mundo (España) precisaba: "Bueno es el vino, si el vino es bueno y la cantidad la justa. El veneno es la dosis. Fue el vino lo que adensó el estilo de Rabelais, Villon o Joyce y fue la dosis lo que amargó la vida y adelantó la muerte de Poe y de Malcolm Lowry; adalides de los escritores borrachos que ocupan su lugar en el Parnaso a la diestra del dios Baco"... y más adelante, ponía el dedo sobre la llaga del oficio como tal... "Aconsejaba Stephen Vicinczey no escribir bajo los efectos del alcohol porque "la lucidez es esencial en un escritor". Mojar la pluma en vino no suele dar páginas memorables, aunque abundan los escritores dipsómanos que destilaron el alcohol en arte puro y alcanzaron la condición de clásicos trastabillando por las avenidas de la gloria, a fuerza de mezclar el vino con la tinta".Pote, que no bebe en su casa ni solo, glosaba el elogio 2, "escribir sobre boleros sin caña junto a la máquina de escribir o el PC, es como una procesión de La Chinita sin Chinita". Ja, ja, ja.