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G. G. Velasco, autor de Lo que define la llama, lanza este mes una nueva novela que ha tenido expectante a muchos lectores por lo peculiar de su trama: Dögunljósey. Vocabulario comparado de lo intraducible. Y desde hoy, puede adquirirse en la plataforma de Amazon en modo preventa
Este mes, el escritor de Lo que define una llama, novela presentada al Premio Literario de Amazon 2018, ha lanzado su nueva novela: Dögunljósey. Vocabulario comparado de lo intraducible. G. G. Velasco hace una apuesta arriesgada creando una novela narrada a varias voces, en distintos tiempos y que pretende poner luz a palabras sin traducción directa en nuestro idioma. Un puzzle de escenas que compondrán un todo para el lector.
Dögunljósey significa algo así como «isla de la luz del alba», y es en realidad un topónimo muy importante dentro de la trama del libro, pero su verdadero significado no es ese, sino el que tiene para la pareja protagonista de la historia. Ambos ven en la isla el símbolo de algo mucho más profundo (aunque diferente en cada caso), algo, como no podía ser de otra forma, intraducible, y que solo quien llegue hasta el final de la novela alcanzará a descubrir. Respecto al motivo por el que escogí un título tan raro, lo hice, más que nada, por lo enigmático y exótico que resulta. Un libro sobre palabras intraducibles no podía tener un título convencional. Sobre todo cuando gran parte del interés de la historia reside en averiguar su significado.
Es muy sencillo: el libro consta de un total de cincuenta capítulos encabezados por una palabra extranjera sin traducción directa al español (por ejemplo, «mokita», que en idioma kilivila significa «aquella verdad que todos conocen pero de la que nadie parece querer hablar). Esas cincuenta palabras constituyen el eje temático de lo que se narra en cada capítulo (en el caso del titulado «mokita», los intentos de un grupo de gente por ocultarle algo crucial al protagonista), de tal manera que los distintos textos funcionan como una especie de definición ilustrativa de sus respectivos encabezamientos.
Más bien ante una novela estructurada a modo de diccionario. O para ser más exactos, estructurada según las pautas de un glosario de términos intraducibles como el que Jelena, la pareja del protagonista, prepara dentro de la ficción. Eso sí, el libro no es ni mucho menos un conjunto de relatos, sino que cuenta con una trama unitaria que se va desarrollando poco a poco a lo largo de cada capítulo. La diferencia es que lo hace siguiendo ese formato de glosario en lugar de una estructura más convencional.
El riesgo que comentas es muy real e impone bastante, pues al tratarse de una voz narrativa no muy habitual el público siempre puede recibirla con cierta hostilidad. Eso por no hablar de que la segunda persona te obliga a ser mucho más meticuloso durante la escritura para no resultar demasiado repetitivo. En cualquier caso, no la he usado por usar. Una novela como Dögunljósey, que trata el tema de la dualidad desde tantos puntos de vista distintos (pasado frente a presente, fantasía frente a realidad, denotación frente a connotación…) reclamaba a gritos afianzar esa idea combinando en una especie de juego de espejos ambas voces narrativas. Si me he complicado tanto la vida ha sido precisamente porque creo que no había otra forma mejor o más sencilla de narrar la historia, aunque a mí, la verdad, me habría gustado que la hubiera.
Por supuesto. Y esa era precisamente la intención. Como lector y espectador, me fascinan las historias que contraponen de algún modo realidad y ficción, así que me apetecía muchísimo escribir algo en esa línea. El problema de abordar historias así es que siempre implican cierto grado de extrañamiento, y no a todo el mundo le gusta que lo saquen de su zona de confort. Mi voluntad de descolocar al lector es simplemente una forma de invitarlo a trascender las normas, los géneros y las convenciones para conseguir que se embarque conmigo en una aventura diferente.
Me fascinan las historias que contraponen de algún modo realidad y ficción
Pues sí. No soy de esos escritores a quienes les gusta situar sus historias en un entorno concreto que conozca bien, sino que prefiero tomar elementos de muchos entornos que a lo mejor no conozco tan bien y crear con ellos entornos nuevos que me permitan trabajar con mayor libertad. No soporto la sensación de estar constreñido por la realidad ni cuando escribo ni en mi vida diaria. Me parece algo contradictorio con el hecho de crear historias de ficción (e incluso de vivir). En el caso concreto de Dögunljósey el escenario es una mezcla de varios países nórdicos que he visitado a lo largo de mis viajes, aunque imagino que el hecho de haber vivido durante un par de años en Reykjavik hace que Islandia cobre más protagonismo que el resto de referencias y sea más identificable.
El problema de mezclar géneros como yo lo hago es justo ese: que te expones a defraudar a los seguidores más acérrimos de una u otra opción, pero en el fondo, las dos historias son solo dos caras de la misma moneda. Ambas narran los mismos sucesos solo que de formas diferentes. Y lo interesante es que, a pesar de ello, únicamente en conjunto adquieren un significado pleno. Dicho de otro modo, soy consciente de que Dögunljósey no gustará a todo el mundo, pero también sé que, quienes comprendan que los géneros son en realidad lo de menos, disfrutarán especialmente del libro.
Ha sido complicado, sí, en especial porque en muchos más casos de los que me habría gustado o bien no existía una palabra como la que necesitaba, o bien esa palabra pertenecía a un idioma que ya había utilizado en otro capítulo. A fuerza de investigar mucho, y sobre todo, de jugar con las connotaciones y significados metafóricos de cada vocablo, conseguí encontrar una opción válida para los cincuenta capítulos, aunque he de reconocer que en algunos casos la correspondencia ha quedado más resultona que en otros.
Que los entiendo a la perfección. No hay nada que me crispe más como lector que lo que yo denomino cariñosamente «el síndrome de la nada vestida de lentejuelas», un fenómeno que consiste en recurrir a mucha pompa y artificio para disimular el vacío de una trama sin interés, pero también pienso que cada historia demanda de manera natural una forma de ser narrada, y no tengo ninguna duda de que Dögunjósey, considerando sus características como historia, demandaba un tratamiento como el que le he dado. Cualquiera que lea la novela, se dará cuenta de inmediato de que ninguna de mis decisiones han sido gratuitas.
Obras como La princesa prometida, del ya difunto William Goldman; Stardust, de Neil Gaiman o La historia interminable, de Michael Ende, han sido grandes influencias en lo literario; pero también me han condicionado bastantes películas como Tideland, de Terry Gilliam, El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro o Big Fish, de Tim Burton. Adoro, como ya he dicho, las tramas que plantean dicotomías inteligentes entre la realidad y la fantasía, supongo que por estar convencido yo mismo de que la ficción es solo una forma más elaborada de acercarse a la realidad, incluso de redimirla, como en la novela.
Esta novela sale hoy en preventa en la plataforma de Amazon, tanto en papel como en digital.