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Se pensó, que ante el contagio del covid-19, seríamos mejores seres humanos pero la amenaza al personal médico, el asesinato de líderes sociales, los feminicidios, las violaciones a menores indígenas y la corrupción nos desnudó como sociedad
Diana Estela Pabón
Facilitadora en diálogo social y negociación
Bogotá
El ser humano es fascinante, intrigante, complejo, difícil de descifrar, conocer su cosmogonía, relacionamiento, comportamiento y reacción ante situaciones adversas han llevado a las diferentes ramas del saber a identificar parámetros activos y pasivos que permitan prever su resistencia o aceptación ante los mismos.
Tal vez algunos digan que la pandemia ha cambiado el mundo. No sabemos hasta qué punto lo ha hecho pero todos tenemos la experiencia de que en algo. Por lo menos en nuestros hábitos. En la forma de laborar, comprar, entretenernos, interactuamos, etc. Pero cómo seres humanos, no me refiero en la individualidad si no como sociedad, somos mejores seres humanos que antes de la pandemia.
El racismo, la violación de niñas indígenas por parte de fuerzas militares, corrupción y asesinatos de líderes sociales reflejan que no cambiamos. Somos una sociedad enferma mentalmente.
Así las cosas, para ajustarnos a la nueva realidad se hace fundamental prever que pasará una vez culmine la pandemia y retornemos gradualmente a las actividades tanto productivas como sociales, que en todo caso serán diferentes y por eso me pregunto. ¿En realidad seremos mejores después?
La pregunta ha rondado mi cabeza semana tras semanas y se incrementa con varios acontecimientos, para no referirme a los ya conocidos por los medios de comunicación: el primero un incidente en terrenos aledaños a la Hacienda Nápoles, conocida por ser la ostentosa propiedad tipo safari del fallecido narcotraficante Pablo Emilio Escobar Gaviria. El suceso tiene que ver con un hipopótamo que atacó a la población, lo cual generó pánico; ahora bien, es posible que el paquidermo se auto reconozca como heredero por posesión y lo único que hacia era recorrer sus predios. Pero lo que ocupó mi pensamiento en realidad no fue el incidente por si mismo sino las reacciones de la comunidad, como siempre airadas y cargadas de emociones que se encuentran alrededor de este tipo de temas polémicos en las redes sociales. Opiniones divididas entre retomar la propuesta de control biológico y defender su vida, la de los hipopótamos, que al parecer generan mucha más ternura y empatía que los propios humanos. Unos a favor y otros en contra. Con argumentos y sin argumentos.
Y es que así, como si fueran hipopótamos, abejas o murciélagos, juzgamos a nuestra propia especie a partir de las diferencias, cargadas de emociones, que van desde la empatía hasta la discriminación ultra extrema, para que quede súper enfática la vaina.
Un segundo acontecimiento, que llena de dolor, es la situación que viven los ciudadanos venezolanos, quienes rondan las calles de nuestras ciudades colombianas tratando de sobrevivir, buscando llegar a su propio país y que hoy su propio gobernante les niega su retorno. Esta circunstancia, tal vez ajena para algunos, que desconocen que muchos nacionales –durante la época de la violencia- migraron al país petrolero y tuvieron cabida y salieron adelante; se convirtió en objeto de debates y controversias e incluso de ataques a los migrantes. Claro, no hay que desconocer que dentro de la comunidad llegó gente buena y unos pocos con mala conducta y mañas.
En esta oportunidad los invito a que su experiencia con la pandemia se convierta en un reto personal que impacte positivamente su entorno, sea familiar, laboral o social
Pero el tema central es la forma cómo se aborda coloquialmente el debate, cómo se destruye a todo un grupo homogéneo de venezolanos y se discrimina a la totalidad de miembros de ésta nacionalidad. Hay ciudadanos que se sienten con la moral suficiente para juzgar, calificar, generalizar entre lo bueno o malo; de su derecho a sobrevivir por encima de otro ser humano, proponiendo ideas bélicas de salidas de la situación política de un país donde ellos no habitan, donde no tienen familia, desconociendo –incluso- lo que pueda pasar con los colombianos que habitan en la frontera. Juicios que se fundamentan en percepciones o experiencias personales, sin información de fondo para soportarlas. Algo similar a las opiniones de aquellos que manifiestan de forma vehemente estar a favor o en contra del control de hipopótamos. A favor o en contra de los militares violadores, del asesinato de líderes sociales, o de algún mesías político.
Un tercer acontecimiento, pero no menos importante que sacudió al planeta entero generando un movimiento mundial, es la muerte de George Floyd en Estados Unidos y que reflejó la descarnada radiografía de lo que somos, al sacar a la luz pública, no solamente el asesinato por parte de policías de un afroamericano, si no los límites que se han trasgredido como sociedad al agredir la institucionalidad (ineficiente y ciega) para buscar la reivindicación de los derechos fundamentales por las vías de la violencia.
La esclavitud, la discriminación, los holocaustos y el maltrato en general, a las comunidades afroamericanas, indígenas, latinas y migrantes en Estados Unidos, promovidas como estrategia política para llegar y mantenerse en el poder por parte de un gobernante cala en la conciencia de una nación que clama por la libertad de las democracias del mundo pero que las ha restringido a lo largo de su historia como nación. Todo en nombre de una cruzada que justifique las acciones individuales, colectivas o bélicas que generen votos y dividan más a la humanidad. Y es que allá como en Colombia siempre existirán sectores que alimentan la confrontación y división entre los ciudadanos, así cuesten vidas, que les permitan abonar su camino electoral y conquistar más poder.
Convivencia
Finalmente, está la situación a la que llegamos en Colombia con la jornada de día sin IVA, que, en busca de alivianar un poco la situación económica que estamos viviendo por la cuarentena, evidenció la profunda ausencia de disciplina social en la que nos encontramos: tres meses de cuidado que lograron mantener controlados las curvas de crecimiento en el contagio del virus, se fueron a pique con las aglomeraciones que se vivieron durante la jornada, miles de ciudadanos se volcaron a las calles para comprar electrodomésticos y todo tipo de productos, exponiendo sus vidas y las de los demás. Hoy las cifras lo demuestran.
Sin ser tan extremistas, aunque tal vez me contradiga con lo dicho anteriormente, si hemos cambiado, que nuestro comportamiento no será igual, sin embargo, vale la pena analizar el aprendizaje adquirido y los posibles cambios que estamos experimentando en función de tener una sociedad más consiente, resonante y por supuesto más madura. Y me refiero a no ser extremistas, porque quiero valorar los cambios experimentados, sin pretender que ese cambio sea de 180 grados. En mi opinión estamos experimentando cambios escalonados hacia una mejor sociedad y recordemos que la base de la sociedad es la familia, estamos viendo la importancia de las pequeñas cosas, de la convivencia, de la tolerancia, del trabajo manual, de la alegría que genera la compañía sin el ruido de la ciudad. Así mismo, estamos experimentando la empatía hacia las injusticias, movimientos cada vez más fuertes, llenos de amor, de conciencia de las brechas sociales, del prójimo, del conocimiento.
Aprendizaje
Creo firmemente que uno de los más grandes aprendizajes es el valor de lo colectivo, de que trabajar en sociedad es efectivo, que la calidad en los servicios sociales nos impacta a todos y se hace mucho más relevante que los lujos individuales. Que sea este el momento de reinventar los procesos de relacionamiento social, basarlos en la vivencia que hemos tenido para una mejor comprensión de las brechas sociales y trabajar para disminuirlas, no sólo a nivel de indicadores, sino también de esa comprensión profunda que al vivirla permite encontrar las herramientas para superarla.
En esta oportunidad los invito a que su experiencia con la pandemia se convierta en un reto personal que impacte positivamente su entorno, sea familiar, laboral o social. Creo que la mayoría estamos experimentando una profunda necesidad de regresar a la normalidad, hagamos que ese retorno sea significativo en nuestra propia vida y la de quienes nos rodean, privilegiemos el valor de lo colectivo como una herramienta para lograr rápidamente una mejor sociedad. Seamos mejores seres humanos, hagamos el bien y no miremos a quién.