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Esta era un pueblo imaginario en una tierra imaginaria, pero bien podría existir y ocurrir en cualquier lugar real de la tierra.
El pueblo de Magiola, se encontraba en un valle muy verde y fértil, sus casas como muchos pueblos pequeños y medianos eran espaciosas, muchas de ellas de dos plantas, en donde sus habitantes en sus balcones gustaban de tomar el café de la tarde noche y los desayunos mañaneros de fin de semana.
En el centro del pueblo había una gran laguna, que en tiempos pasados los abuelos nos contaban que era el lugar de juego de los niños, donde las familias hacían picnics los fines de semana, y en la época de verano era el sitio por excelencia para ir a bañarse y mitigar el calor de esos días.
En fin, la llamada "Laguna de Magiola" era el centro del pueblo, su orgullo, su sitio de esparcimiento. Cuando algún forasterto llegaba al pueblo, el primer lugar donde lo llevaban era a disfrutar de la laguna.
Con los años el pueblo fue creciendo y las construcciones aumentaron, y los terrenos adyacentes a la laguna empezaron a ser apetecibles, y funcionarios inescrupulosos comenzaron a otorgar permisos de construcción amañados y de dudosa lógica legal, a constructores también inescrupulosos, interesados en las fabulosas ganancias que daban las viviendas con vista a la laguna.
Por otro lado, algunos trabajadores de las construcciones, la mayoría venidos de tierras foráneas, y que no tenían dónde vivir, aprovecharon la política de cada quien, interesado en su propio bienestar, y construyeron viviendas precarias en el extremo de la laguna menos visible, que en un principio serían temporales, pero que por el contrario fueron creciendo y creciendo hasta convertirse en la zona más poblada de Magiola. Esta zona comenzó a llamarse ciudad Tablita, porque sus casas eran hechas de tablas de madera y pedazos de latas de todo tipo, viviendas sin servicios planificados de aguas servidas, luz y cloacas.
Comerciantes informales se comenzaron a instalar en las márgenes de la laguna, ubicación privilegiada que les permitía estar ubicados en el centro del pueblo, además les ofrecía un basurero natural a sus desechos comerciales, la laguna.
Poco a poco la gente dejó de hablar de la laguna, ahora era conocida como la "Charca de Magiola" o simplemente La Charca. Sus aguas ahora turbias, llenas de basura, estancadas, hediondas, un foco de insectos y plagas.
Los moradores de Magiola se quejaban de la situación, pero en realidad por muchos años habían permitido que constructores, comerciantes, marginales y políticos hicieran lo que les daba la gana, sin respetar leyes y regulaciones, pero cuando estas leyes y regulaciones eran un obstáculo, simplemente se modificaban, para en nombre de los derechos sociales, y en función de proteger los intereses de los más necesitados, proteger esta anarquía populista.
Lo cierto es que hoy la charca se ha convertido en un "foco nauseabundo" que molesta a todos, bueno, preciso no a todos, hay personas que se benefician.
Llegó un momento que los malos olores eran tan fuerte que los habitantes más cercanos a la charca, realizaron una gran protesta, las autoridades gubernamentales de Magiola, prometieron tomar medidas.
Los habitantes, aunque desconfiaban de sus autoridades, esperaron pacientemente. A los días a través de la única emisora de radio de Magiola, la autoridad anunció con bombos y platillos el programa "Aromas para tu Vivienda". El programa consistía en entregar a cada casa mensualmente una cantidad de envases de perfume ambiental en spray.
Se contrató un grupo grande de trabajadores de Ciudad Tablita, que serían los que repartirían el spray en las viviendas. Se creó un departamento para administrar el programa de "Aromas para tu Vivienda". Con este programa todos ganaban, más empleo, se incentivaba la industria y se resolvía el problema de los malos olores.
Pronto comenzaron a aparecer nuevos problemas, los trabajadores repartidores, conformaron un sindicato, y protestaron porque tenían que repartir los productos a pie, esto no era posible para ellos, exigían que fueran dotarlos de vehículos, la lucha fue feroz, se cerró el acuerdo dotándoles a cada uno de una moto nueva, con todos sus accesorios, solo comentaron que en el próximo acuerdo colectivo las autoridades no se salvarían de la entrega de los vehículos, por ser más cómodos que las motos.
Un día las autoridades locales se percataron que los aumentos de sueldos de los repartidores, las compras de las motos, que por cierto se convirtió en una bola de nieve, porque los accidentes eran comunes y motos destrozadas y trabajadores accidentados, eran el pan nuestro de cada día, se comían el presupuesto por lo cual deberían, solicitar préstamos al banco local, o aumentar los impuestos, se decidieron por lo primero, endeudar al gobierno local.
Un burócrata recomendó crear un nuevo departamento encargado de la seguridad industrial y el entrenamiento de los repartidores. Los gastos del gobierno local crecían, pero lo peor era que los pobladores de Magiola, sentían que repartir sprays no resolvía el problema, apenas lo medio mitigaban.
Ahora el gobierno local, apenas podía pagar los intereses de los bancos, con lo cual no podían solicitar nuevos préstamos, por lo cual implementaron un impuesto mensual a cada vivienda registrada en Magiola, sin embargo, las viviendas precarias de Ciudad Tablita no pagaban impuestos. A las empresas los impuestos eran mayores, lo que llevo a la empresa más importante, que era la encargada de fabricar los "Aromas para tu Vivienda" a cerrar su planta y mudarla a un pueblo cercano, dejando solo una pequeña oficina comercial en Magiola.
Los empleados despedidos de la fábrica, cerraron las calles en Magiola como protesta, exigían al gobierno local que tomara acciones, después de varias reuniones, la decisión fue incorporarlos como empleados, como auditores de los repartidores, ya que los comentarios, son que cada vez se reparten menos spray, y se ha creado una mafia que trafica con estos productos para venderlos en pueblos vecinos, los repartidores justificaban estas práctica argumentando que los bajos sueldos tenían que ser compensados con el robo y venta de los productos.
La última medida tomada, ha sido la contratación de un batallón de inspectores de calidad de la laguna, que se encargarán de cuidar para que las personas y en especial los comerciantes informales no lancen desechos a la charca, perdón a la laguna.
El gobierno local está en bancarrota, cada vez hay menos dinero, más gastos y más pago de intereses bancarios, ya cuesta pagarle a la inmensa burocracia, la solución es más impuestos a los habitantes de Magiola.
Y como los habitantes de Magiola no se les resuelve su problema de malos olores, han empezado a tomar acciones individuales a un problema colectivo. Ahora la última tendencia es cerrar los balcones de las casas colocar aires acondicionados en todas las habitaciones, como forma de mitigar los malos olores, lo cual nunca fue una necesidad debido al clima primaveral de Magiola, adicionalmente está generando presiones en el presupuesto de la gente, por el costo de los equipos y el aumento de pago por el servicio de electricidad, agravada con el incremento permanente de pago de los impuestos.
Y un día cualquiera un habitante de Magiola, tomando un café en la sala de su caso se preguntó, ¿Y por qué no limpian la charca?
Hugo Urdaneta Fonseca
Consultor en Cambio Organizacional, Coach, Especialista en Recursos Humanos y Relaciones Laborales.
@huconsulting