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Sabrina Machado smachado@panodi.com Fotografías: Armando Aristiguieta Armando AristiguietaTiene 42 años. Tiene prontuario policial. Tiene antecedentes penales por homicidio y drogas. Pasó 10 años de su vida preso y 10 con medida cautelar, tras pagar una condena de 20 años, por un crimen ?asegura? que no cometió. Tiene diplomado en el Iesa en políticas públicas, el cual culminó en la Universidad de Salamanca, España, gracias a una beca obtenida por su desempeño académico. Tiene 4to semestre de derecho y es diputado suplente por el partido Voluntad Popular, por el estado Miranda. Él es Gilber Caro, y tiene hambre de cambio y de crecimiento. Hoy habla de inserción, reinserción y de justicia.No le teme a hablar de su pasado, no lo considera una raya, sino un aprendizaje, además de un ejemplo de las vivencias que padecen las personas de clases sociales marginales, con estructuras matricentradas, provenientes de hogares disfuncionales, sin el menor ánimo de justificar la mala conducta que lo llevó a pasar por cuatro penales del país, entre ellos el extinto Retén de Catia, demolido por órdenes del presidente Rafael Caldera, en 1997."En mi casa comíamos bofe. No justifico la delincuencia, pero el 90% de los delincuentes es pobre. Si me hubiese criado en Prados del Este mis probabilidades de ser delincuente hubiesen sido menores. Mi papá era alcohólico. La mayoría de los jóvenes que cometen delitos vienen de familias matricentradas. Éramos 10 hermanos, mi mamá no tenía capacidad para darnos miel, nos dio leche, eso era mucho. Cuando en un barrio no falta papá hay mayor solidez. El fenómeno es la figura del padre", explica.
Desde los 10 años Caro conoció las cárceles, sus códigos, la dinámica interna, conocimientos que aplicó cuando le tocó su turno como presidiario, habilidad que lo llevó a ser un líder negativo y contar con el respeto de quienes lo rodeaban y, al mismo tiempo, ganarse un sinnúmero de enemigos, quienes se encargaron de recrear las peores pesadillas que una persona pueda temer, temores que, aún hoy por hoy, asaltan de vez en vez al diputado de la AN.Su encuentro con la cárcel llegó siendo niño y se extendió hasta la adultez. Cuando su hermano mayor Humberto salía, él apenas entraba. Prefirió callar antes que delatar al verdadero homicida, quien hoy ya no vive, mientras que él ocupa eventualmente un curul en la AN y un cargo en la dirigencia nacional del partido que representa, además de luchar por los derechos de los privados de libertad y de mostrarse como la realidad palpable de la conversión. ?¿Si dices ser inocente del crimen, por qué callaste?
?Porque podía perder mi vida. Era un juego de sobrevivencia, las víctimas y testigos en este país no tienen ninguna protección. Yo no me iba a exponer. El victimario era hermano de un amigo. ?¿Te arrepientes de haber callado?
?No, hubiese perdido la vida. No hubiese tenido la capacidad de ser penitenciarista, no hubiese sido el humano que soy, tampoco hubiese llegado a ser diputado.El olor de la cárcel lo marcó de niño. Sus recuerdos de los días domingo están vinculados con sus idas al retén de Catia para visitar a su hermano mayor. La antesala al recorrido la daban los cadáveres que se encontraba a la salida de su casa, y luego los olores, esos que le provocaban semanalmente los dolores de cabeza que hoy tanto odia, al extremo que los evita, por eso no toma más de dos cervezas para evitar el consecuente ratón. ?¿A qué huele la cárcel?
?Es un olor indescriptible. Es sudor humano con excremento, con óxido, con falta de mantenimiento, huele a dolor. Las cárceles huelen a dolor. Nosotros tenemos campos de concentración como los nazis. ?De las cuatro cárceles donde estuviste recluido, ¿cuál olía peor?
?Yo creo que el Retén de Catia fue indescriptible. Haber pasado casi 13 meses en el retén no tiene parangón. Aunque en realidad, el Rodeo, Yare, todas huelen muy similar.Con 22 años y 18 años de condena por delante Caro tocó fondo. Pesaba 35 kilos, fumaba 60 cigarros diarios, pasó 22 meses sin ver "el sol ni la lluvia", encerrado en su celda, evitando que sus enemigos lo mataran, enfermo, en total soledad, a sabiendas que estaba listo para salir en las crónicas rojas de los domingos y que cualquier "político de turno" usara su acta de defunción para pedir dinero para la reforma carcelaria. "Dinero que nunca llegaba", asegura. "Estaba en la ultratumba. Yo creo que estaba muerto en vida, en un cementerio de hombres vivos. Yo no pude elegir donde nací, pero sí podía elegir qué quería hacer", afirma quien hoy se muestra como un ferviente hombre de fe, que cambió el poder de una escopeta por el de la escoba, en busca de limpiar sus pasos. El sermón de un pastor cambió su ruta de vida, llegó en el momento adecuado, el justo, el necesario. Sus deseos de salir por la puerta pequeña, no la grande, por donde entraba la furgoneta, se impusieron al final tras una predicación. El hoy diputado pasó de conocer la Ley del Chuzo, la Ley de la Pólvora a la Ley de la Escoba. Dejó las armas para entrar a la Iglesia y convertirse en testimonio de vida. Ya no era un "bolantero" (pran), sino el líder del comedor y pastor."Antes de entrar en prisión yo llegué hasta primer año. Preso le pedí a una profesora que me ayudara a repasar toda la primaria, porque repetí 3ero, 4to y 5to grado. Estudié 5to y 6to grado en El Rodeo, bachillerato cuando salía y entraba de La Planta. Hoy tengo 4to semestre de derecho. Yo no era bruto, estudié en Salamanca un diplomado, y voy bien en mi carrera, solo se requiere de atención, de inversión en la educación".
?¿La cárcel te salvó?
A mí me tocaba. A los 8 años ya sabía lo que era consumir marihuana, a los 9 ya sabía lo que era una rasca con anís, manejar moto, bailar en un matiné y visitar las cárceles. A mí me salvó Dios y Jesucristo, soy muy acérrimo en mi fe. La cárcel me fortaleció, me mostró una ruta de cambio, no era el barrio donde yo vivía esclavizado a una esquina. ?¿Cómo se siente la cárcel en libertad?
Entré a la cárcel dos días después de salir. Tenía una actividad donde me tocaba hablar como testimonio, como líder positivo. En esa ocasión sentí que tenía el poder para salir y abrir las puertas cuando quisiera y que nunca se me podía olvidar de dónde Dios me había sacado, tenía que seguir yendo. Como candidato fui a la PGV y fui a Guarenas, donde hay 200 presos en una celda. No puede ser que en una época donde los expedientes pueden ser digitalizados, las audiencias sencillas, expeditas y rápidas estemos como estamos, por eso estoy al cargo de la reforma del Copp, trabajando con 30 abogados puestos a mi disposición, cuando hace 20 años no tenía dinero para pagar uno. ?¿Qué fue lo mejor que te dejó la cárcel?
Salvarle la vida a alguien. Cuando una madre te dice gracias. Conocí a un médico que lo tenían colgado en una celda para matarlo y mi presencia en la cárcel para dictar una charla interrumpió ese acto satánico, el hombre se salvó. Hoy Caro rechaza clichés, etiquetas, asegura no ser el "diputado malandro ni el expresidiario", exige respeto tal cual como lo da él. Se siente el "diputado de la inclusión con preparación". Reconoce que le tomó años perdonarse a sí mismo, "horas de lágrimas", asegura. Agradece que su madre, a diferencia de su padre, sí pudo ver el cambio."Melania se va a ir a la tumba con el regalo que no le pude dar a mi padre. Yo caí preso el día de cumpleaños de mi padre, nunca lo supe hasta el día de su muerte, cuando vi su cédula en la funeraria", confiesa quien hoy forma parte de la Fundación Liberados en Marcha, con quienes dirige una casa hogar para expresidiarios convertidos, en Guatire, estado Miranda.Espera la pronta publicación de su libro Los hombres libres jamás tendremos prisiones. De la cárcel solo queda el gusto por dormir en colchonetas, en posición fetal y esporádicas pesadillas, cada vez más lejanas del presente.