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Aranzazu del Castillo Figueruelo
Cuenta la leyenda que en un día Gara, princesa de Agulo (La Gomera) y sus amigas visitaron uno de los manantiales de la isla con propiedades mágicas, los Chorros de Epina. Sus aguas revelaron a la joven un turbio futuro amoroso y Gerián, el sabio, le advirtió que "huyera del fuego, o este la consumiría".
Al poco tiempo llegó desde Tenerife un grupo de Menceyes, entre los que se encontraba el hijo del Mencey de Adeje, Jonay. El amor se apoderó de ellos en cuanto sus miradas se cruzaron.
Nada más anunciar el noviazgo, el Teide, como furioso, comenzó a escupir fuego y lava, dejando un paisaje aterrador desde la Gomera. Recordando la advertencia del sabio los padres prohibieron la relación entre los jóvenes. Pero al regresar a Tenerife, Jonay se sentía tan mal que decidió tirarse al mar y nadar al encuentro de su amada.
Escaparon hacia el monte para amarse libremente, pero, aun así, fueron descubiertos por sus familiares. Sintiéndose acorralados, los jóvenes pusieron entre ellos una vara de cedro afilada por ambos lados y se fundieron en un profundo abrazo poniendo así fin a sus vidas.
La leyenda de Gara y Jonay, que da nombre al Parque Nacional de Garajonay, es una de esas historias de amor romántico que impregna nuestra cultura desde antiguo. Como tantas otras, transmite una serie de ideas sobre el amor y las relaciones que gradualmente van calando en nuestro sistema de creencias.
Las creencias son ideas o pensamientos que asumimos como ciertos y que guían nuestro comportamiento e interpretaciones del mundo. Poseen una elevada carga emocional y son muy resistentes al cambio. Cuando parten de supuestos erróneos, son rígidas y absolutistas hablamos de creencias irracionales o mitos.
Precisamente, el amor y las relaciones de pareja es un ámbito donde abundan las falsas creencias. Asumirlas sin cuestionar su veracidad lleva a las personas a actuar según una serie de "debes" o "tienes qué", que interfieren en sus relaciones íntimas y en su propia felicidad. El problema radica normalmente en que conllevan expectativas poco realistas hacia la pareja y la relación, haciendo mucho más probable la decepción y frustración. Pero no solo eso, también están asociados a otros riesgos como la justificación del control o la agresión hacia la pareja.
Los siguientes son solo algunos de los mitos más comunes:
Todos estos mitos poco tienen que ver con la realidad, pues ofrecen una visión del amor distorsionada y cosificada. Está en manos de cada uno cuestionar las creencias preestablecidas para construir una concepción del mismo más saludable y satisfactoria.