La humanidad luce agobiada por las constantes amenazas y actos de violencia que hacen peligrar la paz mundial. Todo parece indicar que dos guerras mundiales en las que perdieron la vida cerca de 80 millones de personas no resultaron suficientes para entender que los verdaderos protagonistas de aquellas contiendas fueron: el dolor, la muerte, el hambre y la miseria.

Con el estallido de una guerra nuclear se estaría negando mezquinamente a las futuras generaciones el derecho de ser testigos de la obra divina y constituirse en parte viva de la historia universal.

Soñamos a menudo con la existencia de nuevos planetas que nos permitan obtener espacios alternativos, cuyas condiciones sean capaces de ofrecer un ambiente ideal, pero antes es necesario tener respuesta a la siguiente pregunta, ¿por qué buscar lugares inhóspitos, si aquí en la Tierra tenemos suficiente agua, aire, alimentos y un ambiente acogedor?

A través de sofisticados medios tecnológicos investigamos el mundo exterior con la misión de hallar vida y nos encontramos con la terrible paradoja de mantener en jaque al nuestro con la amenaza de una guerra nuclear. ¿Es razonable dejar nuestras casas en llamas para experimentar en otros mundos lejanos? 

Elevemos nuestras plegarias al Todopoderoso para que las partes involucradas en el conflicto se iluminen y logren mediar como auténticos seres pensantes, donde la cordura se imponga ante las enfermizas ambiciones de grandeza.

En una hipotética tercera guerra mundial no existirán ganadores, porque todos seríamos los grandes perdedores y las naciones que una vez fueron poderosas, hallarán sus imperios convertidos en cenizas.

Tomemos el ejemplo de aquel líder que hace casi dos mil años revolucionó al mundo con tan solo doce hombres armados de amor y esperanzas que..., pero evitemos repetir el final de aquella triste historia, porque esta vez serían millones de inocentes crucificados.

Para concluir nos hemos atrevido a parafrasear al inolvidable Albert Einstein. «Todos sabemos con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con un número reducido de combatientes armados de palos y piedras».

Autor: Alfredo Pirela Velásquez