Envejecer es inevitable, crecer es opcional

Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena (INGMAR BERGMAN).

Hace poco el equipo de gobierno nos felicitó las navidades con una necrológica en que se decía que el Ayuntamiento “está en una gravísima situación económica”.

No han pasado ni dos meses y se nos presenta la idea (sin proyecto, memoria ni justificación) de destinar los fondos del IAF (cuya finalidad es la promoción de puestos de trabajo) a la remodelación de las piscinas… ¿a partir de ahora habrá que buscar en el fondo de la piscina la famosa deuda que no aparece por ningún lado?: siempre serán más baratas unas gafas de bucear que la cacareada auditoría que parece que nunca va a llegar.

Unos días después se presenta el proyecto (cuya redacción técnica es lo único bueno que tiene esta idea) para gastar 60.000 euros en convertir el patio del Matadero en tanatorio.

Las dos propuestas acaban con los fondos, y opciones, del centro de día y eso que, paradojas del destino (o del desatino), el 2012 es el año europeo del envejecimiento activo.

Mi padre me decía que quien a los veinte años no quiere cambiar el mundo no tiene corazón y quien a los cuarenta años quiere cambiar el mundo no tiene cabeza; a mi me preocupa que haya gente sin cabeza queriendo cambiar el mundo, pero mucho más que los haya que lo pretendan sin corazón.