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Junio 19, 2016 MIRADAS NOS METIMOS POR LAS CALLES DE MANICOMIO Y LÍDICE PARA VERLES LAS ENTRAÑAS A LOS CLAP, FUERA DE LAS PANTALLAS DE TELEVISIÓN Y LAS LUCES. LE METIMOS EL PECHO A UN PROCESO VIVO, EN CRECIMIENTO, QUE SE FUNDAMENTA EN LA ORGANIZACIÓN POPULARPOR NATHALI GÓMEZ ? @LAESPERGESIA / FOTOGRAFÍAS JESÚS CASTILLODecir que los CLAP son una bolsa de comida es como creer que la luz es generada por el bombillo. Antes de que los alimentos lleguen a la casa de un miembro de la comunidad, se realizan muchas reuniones, debates, recorridos, censos, planificación. Hay lucha. Es un proceso vivo, que suda, que va lento, que acelera, que se cae, que se levanta. Es la consecuencia de estar en movimiento en tiempos de guerra.La primera jornada de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) fue el 9 de abril de este año. En estos dos meses los CLAP han sido duramente atacados. Los han acusado de ser "una medida del Gobierno contra el pueblo", de generar miseria e incluso de violar los derechos humanos. En medio de la coyuntura, los comités han ido aprendiendo sobre la marcha cómo es eso de la organización comunal, sobre la pista, en caliente. No ha sido fácil.
La descarga de los productos se hace de manera organizadaJesús García, integrante del Estado Mayor Alimentario de La Pastora, nos busca un sábado, a las 10 de la mañana, en la Casa de la Cultura de Manicomio, restaurada a finales de 2014 por la Alcaldía de Caracas. Saluda y nos pide que caminemos hasta el centro de acopio, que queda a pocos metros, donde empaquetarán los alimentos. Comenzamos a subir: de frente la montaña, de un verde incandescente casi irreal; detrás, en la lejanía y hacia abajo, los bloques del 23 de Enero. La brisa hace sonar las ramas de los árboles. Al llegar, la gente es un enjambre."Los vecinos de Campo Elías deben esperar en sus casas", les dice Desirée Sánchez, trabajadora de la Fundación de Desarrollo Endógeno Comunal Agroalimentario (Fundeca), a varias personas que se agolpan a su alrededor. "Esperemos que todas las bolsas estén armadas para mantener el control. Les pido la colaboración", continúa. Después de tantas colas a sol y sombra, la gente está incrédula, no sabe qué hacer, quiere ver que efectivamente llegue la comida. "Estamos para apoyarnos todos. Los que no tengan que trabajar aquí, vayan para allá", grita un hombre.Desirée escucha cada uno de los planteamientos y preguntas de quienes se acercan. En medio de la confusión, Jesús y yo nos vamos a la sombra para hablar mejor. Cuando nos estamos sentando, él sube la mirada y dice: "Llegó el camión con la comida". Termina la conversación."Hasta que no esté esto despejado, no descargamos el camión. Es casa por casa", dice una voz. Los vecinos comienzan a retirarse, rato después empiezan a quitar la lona que cubre los productos. Una fila de contralores con bolígrafos y carpetas en mano se acerca, otra de hombres dispuestos a cargar pacas de harina y pasta también.
Siempre surge un chiste entre tanto sudor"Hay gente que desconfía. Surgió un rumor de que los CLAP se llevaban los alimentos. Se tuvo que hacer una asamblea para hablar de los supermercados de la avenida Sucre y sus cadenas de bachaqueo para aclarar que debemos distribuir la comida equitativamente, para hablar de Mendoza, del boicot que nos tiene Macri con la carne. Después de explicar todo eso, lo que más se oye es: 'Al grano', '¿Y la conclusión es?'. La gente nos cuestiona. Es el momento para asumir dónde la hemos cagado. Estas son asambleas de bomberos: candelita que se prende, candelita que se apaga". PREVIAMENTE SE HACE UN CENSO, SE PARTICIPA EN UNAS MESAS CON EL ESTADO MAYOR DE LA PARROQUIA Y SE ESTABLECE UN CRONOGRAMA DE ATENCIÓN A LAS COMUNIDADES. CON ESA INFORMACIÓN SE PLANIFICAN LAS JORNADAS LOS SÁBADOS. LAS BOLSAS DE COMIDA SE COBRAN PREVIAMENTE, PARA DESPUÉS PAGARLES A LOS DEL SUPERMERCADO
? CLAP ADENTRO Una paca de harina de maíz salta de un par de manos a otro. Son ocho hombres de diferentes edades los que conforman la cadena. Además de cargar, cuentan. Echan chistes, sudan. "Aguanta, aguanta", grita uno. "Cuando dicen 'aguanta', siempre me quedo yo con la bolsa", suelta un hombre de pelo canoso que no puede con la risa y el peso del bulto. Vuelven a comenzar, a la voz de "aguanta" corren a pasarle todos los paquetes a él. "Coño 'e tu pepa", suelta entre carcajadas.Guardar en bolsas y contar cuantas veces sea necesarioEl enjambre ya se ha ido a sus viviendas. Alguna que otra vez hay que aclarar: "Vamos a respetar, la comida que está ahí tiene nombre y apellido", le aclara una de las encargadas de la contraloría a una vecina que no conoce el proceso. Dentro del centro de acopio hay una multitud de mujeres que va contando y anotando en una lista la cantidad de paquetes de comida. Lo repiten una y otra vez, se cercioran, son exhaustivas, no se cansan, escriben, verifican en voz alta, cuentan de nuevo. Parecen de un comando estratégico, un grupo de jueces en una competencia deportiva. Es como una sesión en un organismo internacional, con paredes de cristal, para que todos vean.Coromoto Vázquez es de un Comité de Lucha Popular (CLP). Se encarga de verificar que se entregue la mercancía en su totalidad, sin ninguna omisión. Tal es el control que se notifica si un paquete se abrió accidentalmente, si es un bulto o una unidad. A su lado está Raquel Márquez, quien conforma el Consejo Comunal Campo Elías, también verificando. Sus caras son muy serias, están muy concentradas en que ningún detalle se escape. "Harina de trigo: 33 pacas más 15 sueltas; harina de maíz: 178 pacas más 15 sueltas...".Mientras hablo con Desirée, no paran de llamarla desde el centro de acopio. "Luego de conversaciones les compramos los alimentos a los supermercados Día a Día de la avenida Sucre, donde se generaban las colas y ni siquiera la comunidad podía comprar. Por eso los productos son de la red privada. Nos encargamos de la distribución, lo direccionamos a nuestros galpones y luego venimos al sector. Previamente se hace un censo, participamos en unas mesas con el Estado Mayor de la parroquia y se establece un cronograma de atención a las comunidades. Con esa información planificamos las jornadas los sábados. Las bolsas de comida se cobran previamente, para después pagarles a los del supermercado. Hoy estamos atendiendo 595 familias de dos consejos comunales: uno de Lídice (Campo Elías) y uno de Manicomio (Juana La Avanzadora)".En esta oportunidad la bolsa de productos, que incluye seis paquetes de harina de maíz, dos kilos de pasta, un kilo de harina de trigo, un litro de aceite, cuatro rollos de papel de baño y tres compotas, tuvo un costo de 1.700 bolívares. "Sin intermediarios, sin precios de bachaqueo", explica Desirée quien, además, aclara que si llega a sobrar un paquete de algo, la institución donde trabaja se lo lleva porque sirve de insumo para otra jornada.Ya es mediodía y el sol pica. Me siento bajo la sombra de un árbol, mientras terminan de llenar la pick up que llevará los alimentos para las 232 familias del Consejo Comunal Juana La Avanzadora. Sobre el tronco caminan unos bachacos. Van en fila, compactos, transportando trozos de hojas que servirán de comida para todos. Los miro y pienso que somos injustos al llamar "bachaqueros" a quienes solo velan por su beneficio, a costa de joder a los demás. "Estamos listos", me gritan. Me levanto.
El último paso del proceso ocurre cuando la comida llega a las casas CASA POR CASA Llegamos a la casa de Giovanni Pérez, "El Topo", responsable por las UBCH. Le pedimos que nos deje entrar para ver el proceso de embolsado. La sala es inmensa. Todos los muebles están en otra parte de la vivienda para poder tener espacio para trabajar. Dentro somos unas 20 personas. De un lado están las pacas de harina de maíz, del otro los litros de aceite, el papel higiénico, casi no hay espacio para caminar. Nos piden que nos sentemos en una sofá para ver cómo es el proceso. Veo a todos tan atareados: "¿Los puedo ayudar con la harina Pan?", pregunto con timidez. "Sí, claro", contestan.Estoy agachada, con una bolsa en mi mano. Debo hallar la manera de meter seis paquetes de harina sin romperlos. Observo cómo lo hacen los demás, me equivoco varias veces hasta que le agarro el ritmo. Minutos más tarde somos ocho pares de manos abriendo pacas, sacando paquetes y embolsando. Fluye la adrenalina, tal vez las hormigas sienten lo mismo cuando cargan los trocitos de hojas. Trato de ser rápida. Jesús Castillo, el fotógrafo, me mira y se sonríe. Seguimos.
Los alimentos van rumbo a los hogares censadosAdentro, el conteo no termina. Se verifican las cantidades de manera oral y escrita. Los que embolsamos la harina somos la primera parte de la cadena, que sigue con quienes incluyen la pasta, la harina de trigo, el papel tualé, el aceite y las compotas. Todo termina con el anudado de la bolsa."Vamos a parar la cadena porque hay que mover las bolsas para la cocina", dice alguien en el fondo de la casa, que es más larga que ancha. "Necesitamos uno más por aquí". El fotógrafo y yo nos incorporamos. Nos toca, junto con los demás, acompasarnos al ritmo.Estamos concentrados y sudorosos. El trabajo pareciera no terminar. Son 332 bolsas que hay que empacar. Una de las mujeres que están allí nos dice: "Chávez vive". No hay cámaras de televisión, no hay autoridades: es un grito de aliento que surge de su garganta y de su corazón para que sigamos.Los CLAP están compuestos por un cuarteto conformado por poder popular, organizaciones políticas e instituciones del Estado. En este caso, Jesús Pulgar representa al Frente Francisco de Miranda, Lila Siso está por Unamujer, Jénnifer Hernández por el consejo comunal, Johana Ortiz es la encargada de la contraloría y Giovanni Pérez por la UBCH.Johana está sentada metiendo harinas de trigo. Ella es líder de calle en el sector La Pistola, en Manicomio. Siempre está vigilante, contando, dirigiendo que el proceso se haga de la manera más óptima. Es una mujer joven, de piel morena, de esas que tienen liderazgo natural. El Topo recuerda que ese mismo día son las elecciones del Consejo Comunal Juana La Avanzadora. Se realizan en este momento porque en el sector acordaron dividir en tres consejos comunales lo que anteriormente era uno, que abarcaba a muchas familias.Cuando ya hay una cantidad suficiente de paquetes, llaman a quien traerá las carretillas para repartir bolsas en la primera calle. Bajamos por
una cuesta muy empinada y nos metemos por una vereda. Las camioneticas, que van por esa vía estrecha, siguen su paso como si nada. Hemos llegado a la calle La Pistola. Un par de muchachos pasa con una pancarta, hecha con papel bond, invitando a la comunidad a que vote en las elecciones del consejo comunal. Los niños corretean, en la esquina ya un grupo rueda una botella, las motos y los carros de fondo. Es un sábado como cualquier otro."Isabeeeeel", grita Johana con la vista hacia un segundo piso. De una puerta angosta salen muchas familias, seis. Reciben la bolsa, firman una lista donde están sus nombres y se escucha el apellido y nombre del representante del siguiente grupo familiar. Seguimos caminando, saltamos una vivienda de donde ningún rostro se asoma, alguien pregunta la razón: "Ellos se opusieron desde el principio, cuando hicimos el censo. No quieren la bolsa de comida", dice Johana. Continuamos. Además del fotógrafo deÉPALE CCS, alguien más registra la entrega. "Para hacer contraloría", nos dicen.Al ver los kilos de alimentos en las manos de los integrantes de la comunidad, solo puede pensarse en todo lo que pasó para que la comida les llegara. Es la imagen perfecta de cómo ir de lo universal a lo particular. Para algunos, los que miran desde lejos, es solo un comienzo, una medida improvisada, un paño de agua tibia; para quienes participan activamente es el significado más puro de la organización popular, esa de la que tanto habló Chávez, y que hoy es para distribuir alimentos, en medio de la coyuntura, y mañana será para seguir haciendo revolución.ÉPALE 183