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Cuando no fuimos campeones

09/06/2016 20:50 2 Comentarios Lectura: ( palabras)

junio 05, 2016 MIRADAS imageAL PROMOTOR RAFITO CEDEÑO HABRÁ QUIEN PUEDA RECONOCERLE EL TRABAJO DE ILUSIONISTA EN AQUELLOS TIEMPOS EN QUE EL BTV ERA "ALGO MÁS QUE UN BANCO". MANEJANDO EL HAMBRE Y LA ESPERANZA DE UN GRUPO DE PUGILISTAS, NOS HIZO SOÑAR CON UNA TIERRA DE CAMPEONES MUNDIALES, "ALGO MÁS QUE UN PAÍS"POR JOS? ROBERTO DUQUE ? @EPALECCSCorría el año 1980 y el nombre de Venezuela sonaba mucho, bastante, más de la cuenta, en los corrillos deportivos del mundo. Mucha gente se preguntaba por qué, otra tal vez ni siquiera lo notaba. Y uno, muchacho chiquito, ignorante y medio pendejo al fin, se sentía hasta orgulloso de que la hiciera la magia de poner el nombre de nuestro país en el mero centro de los acontecimientos deportivos más fastuosos y resonantes del mundo. Era el inicio de la década de los años 80. A los venezolanos se nos avecinaba el fin de la era de las "vacas gordas" y al boxeo se le avecinaba el comienzo de su triste decadencia deportiva. Es decir, el comienzo de su apoteosis comercial.

El boxeo hervía en figuras interesantes, en héroes en ascenso o en franco apogeo y otras que veían llegar su ocaso de forma lastimosa o abominable. Por ejemplo: aquel Muhammad Alí que partió en dos el tiempo del boxeo profesional a punta de carisma, grandes declaraciones y grandes bolsas; Alí fue el primer ser humano que se ganó un millón de dólares por caerse a trompadas en una sola pelea. Aquel Alí, cuya leyenda ya estaba consolidada y galvanizada, cometió el error de regresar al ring para disputarle el título a Larry Holmes y lo que se desplazó por la lona del Caesar's Palace fue el fantasma de "el más grande", un fantasma que por dar aquel feo y triste espectáculo cobró cerca de 30 millones de dólares (no, no deje que la mandíbula se le caiga al piso; recuerde que Mayweather y Pacquiao se repartieron el año pasado 300 millones).

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Durán pasó de lo sublime a lo ridículo en la revancha contra LeonardPero lo que nos ocupa en este momento es un acontecimiento que tal vez parezca periférico, y en cuanto a la puesta en escena en cierta forma lo era: en aquella pelea, realizada el 2 de octubre de 1980, el centro del ring y las esquinas estaban decoradas con un par de singulares motivos: la leyenda "Invest in Venezuela" (Invierta en Venezuela) y el logo del Banco de los Trabajadores de Venezuela. Nada de lo que ocurría en los alrededores ni en la ciudad de Las Vegas tenía nada que ver con nuestro país, pero ese espectáculo estaba patrocinado por el BTV, una entidad cuya existencia se suponía era para resolverle problemas a nuestra clase trabajadora. El "jueves negro" del buen Cassius Clay fue una premonición de nuestro Viernes Negro.

"EL PRESIDENTE QUE HABLA CON EL PUEBLO"

No fue esa la única pelea famosa que patrocinamos los venezolanos al final de la borrachera saudita. El 20 de junio de 1980 se había celebrado el primer combate entre "Sugar" Ray Leonard y Roberto "Mano 'e Piedra" Durán, que fue publicitada como el acontecimiento más visto de la historia de la televisión hasta ese momento. No recuerdo la cantidad de televidentes que certificaba el evento, pero los comentaristas se aseguraban de decir cada pocos minutos que esa transmisión iba a ser (y fue) más vista que la llegada del hombre a la luna. Miles de millones de personas vimos en vivo ese combate, y en el decorado el nombre de Venezuela, el logo del banco y la invitación a invertir en esta tierra de gracia.

Leonard y Durán volvieron a enfrentarse en noviembre de ese año y allí estaba otra vez la pagada con dinero de los "trabajadores de Venezuela". No hay que ser muy sagaz ("no hay que ser petejota", decía un pana malandro de Sarría) para sospechar que tantos llamados no convocaron a suficientes inversionistas, porque meses después se decretó la bancarrota e intervención de esa entidad y, de ñapa, la catástrofe cambiaria venezolana.

Uno de los responsables de todo aquel armatoste publicitario fue un empresario del boxeo y de los espectáculos, un maracucho llamado Rafael "Rafito" Cedeño, sujeto hábil y definitivamente buen promotor y organizador de eventos internacionales, quien además de esa hazaña (convencer al gobierno venezolano para que invirtiera dinero en eventos que concitaban la atención del mundo) coronó otra muy peculiar: que el canal del Estado, Venezolana de Televisión, transmitiera en vivo todas las semanas una cartelera boxística organizada por él mismo a través de su empresa Promociones Internacionales Rafito Cedeño. En un momento de euforia de sus programas boxísticos, las peleas se transmitían todos los lunes a las 9 de la noche, justo después de la rueda de prensa del presidente Luis Herrera Campíns en un programa llamado El Presidente que habla con el pueblo.

LOS BUENOS, LOS MALOS Y LOS MEDIOCRES

imageRafael "Pantoño" Oronó y Fulgencio ObelmejíasAquello fue un paraíso artificial organizado por Rafito con el fin de intentar convertir a uno, o más, boxeadores venezolanos en figuras de alcance mundial. Bastante patrióticas sonaban sus intenciones: si el Estado invertía para figurar en grandes escenarios era justo, y hasta obligante, que al menos un venezolano apareciera por allá arriba entre las figuras rutilantes del show.

El promotor convenció al BTV y a la televisora estatal de que la única forma de construir ídolos era metiéndoselos por los ojos al público venezolano, ya un poco nostálgico de la época de oro de nuestro boxeo (y a Rafito había que creerle: por sus manos acababa de pasar la leyenda colombiana y universal Antonio Cervantes "Kid Pambelé"). Una década atrás habíamos tenido hasta cuatro campeones mundiales de manera simultánea (Betulio, Gómez, Marcano y Rondón) y los 80 nos agarraron con apenas un monarca: Ernesto España, quien perdió su título en julio. No había otra figura que despuntara como posible gloria.

De modo que Rafito tenía excelentes planes pero los ejecutó de manera irresponsable y un poco cómica: como no había ídolos venezolanos a la vista se propuso fabricarlos a la fuerza, de manera express, poniendo a un puñado de peleadores inexpertos a enfrentarse a otros más inexpertos aún o a viejos guerreros que ya estaban retirados o listos para retirarse. A un boxeador, llamémoslo "promedio" (ni bueno ni malo sino que estaba por verse), lo ponían a pelear contra cualquier joven o viejo con algo de musculatura y cierta cara de malo; por supuesto que en esa locura salía ganando el normalito, el aspirante a ídolo. A esa clase de boxeadores, a quienes invitan solo para inflarle el récord, currículum o historial al muchacho de la película, los han llamado en todas las épocas "paquetes": los mediocres de la partida.

El resultado fue que, al cabo de pocas semanas, nuestro boxeo profesional contaba con una generación de ídolos patrios cuyo historial numérico de victorias era impresionante. Si alguien decía en tono de crítica: "Ah, pero ese récord está lleno de paquetes", desde el canal del Estado respondían: "Ajá, súbete tú a echarte coñazos con uno de esos paquetes a ver". Así que, bueno, eran los ídolos que teníamos y a alguien había que aplaudir.

Rafael "Pantoño" Oronó fue una de las excepciones de aquella norma. Peleador olímpico en sus años de aficionado y dueño de un estilo impecable, este humilde peleador tenía un problemita: era muy grande para ser peso Mosca y muy pequeño para ser peso Gallo. Pero para eso estaba Rafito: tan hábil era este compatriota que logró algo nunca visto: después de casi un siglo de historia de ese deporte, convenció al Consejo Mundial de Boxeo de crear una división intermedia, la Supermosca, donde el Pantoño se sentía cómodo. El 2 de febrero de 1980 Oronó se hizo campeón en una pelea conmovedora contra el surcoreano Seung Hoon Lee: el muchacho se fracturó la mano derecha (su mano de noquear) en el segundo round, y el resto de la pelea (15 en total) estuvo haciendo magia con la mano zurda y unos elegantes desplazamientos por el ring para ganarla. Rafito tenía su campeón; pero no en las divisiones "serias" o cotizadas.

AQUELLO FUE UN PARAÍSO ARTIFICIAL ORGANIZADO POR RAFITO CON EL FIN DE INTENTAR CONVERTIR A UNO, O MÁS, BOXEADORES VENEZOLANOS EN FIGURAS DE ALCANCE MUNDIALPor ejemplo: en el peso Welter, donde recién reinaba una gloria del boxeo mundial en proceso de formación llamada Thomas Hearns. Este muchacho, un verdadero asesino del cuadrilátero, nacido en Detroit, había horrorizado al mundo meses atrás al despedazar en tres rounds al mexicano "Pipino" Cuevas. Pues bien, Rafito consiguió que la primera defensa de Hearns fuera contra uno de sus muchachos de récord artificial (16 peleas, todas ganadas, 14 por nocaut), Luis Primera. No lo hizo mal el criollo: tres veces lo tiró a la lona el norteamericano y tres veces se levantó el muchacho haciendo unos gestos así como de estar muy bravo consigo mismo ("coño 'e la madre", se leía clarito en sus labios). En el sexto asalto el réferi decidió parar aquello para resguardarle la integridad física al buen Luis.

Bernardo Piñango revalidó lauros olímpicos en el campo profesionalEl 7 de julio de 1980, a otro gladiador del patio, Carlos Piñango, un peso Pluma bueno (pero no tanto), le tocó enfrentarse a Eusebio Pedroza, uno de los inmortales de Panamá. Un día después de la pelea (que perdió Piñango, por supuesto) trascendió en la prensa que Rafito había ido a visitar a Pedroza para pedirle un pequeño favor: "No le vayáis a pegar muy duro al muchacho", le dijo al campeón.

El 1° de diciembre de ese mismo año Reinaldo Becerra, un Minimosca bueno (pero a quien se le notaba el hambre hasta en la manera de caminar), cayó guerreando contra Hilario Zapata, otro monarca panameño. Diez días más tarde tuvo lugar en el Olympic Auditorium de Los Angeles, California, una de las peleas más horribles que recuerdo haber visto en mi vida: nuestro pupilo Idelfonso Bethelmí, apodado El Ciclón de Güiria, seguramente con el fin de inspirar respeto o pánico en los rivales, se fajó en un larguísimo baile inorgánico, ladilla, ridículo, pasteurizado y homogeneizado, contra el mexicano Rafael "Bazooka" Limón que, eso sí, nos zampó a los venezolanos el chiste del año a costas del pobre Bethelmí: "El avisito ese del banco venezolano deberían ponérselo en las suelas de los zapatos, porque eso es lo que más le van a ver por televisión". No era para tanto; una sola vez cayó El Ciclón, por allá en el round 15, cuando todos los espectadores estaban dormidos, y al levantarse el réferi le preguntó si quería seguir peleando y el muchacho le dijo que no. Para qué.

imageEl formidable Alfredo "Novillo Negro" Paiva y Ramón CotúaLos últimos gigantes del boxeo romántico: Leonard, Durán y HearnsEl año 1981 y siguientes nos depararon la debacle total de aquella generación, y en general del boxeo profesional. De los ídolos venezolanos, los que mayor estrépito causaron en su caída fueron Elio Díaz y Fulgencio Obelmejías. El primero, un guayanés invicto que llegó a Texas con la encomienda de destronar al monarca Donald Curry y que salió del ring entre carcajadas, pues era obvio, evidente y notorio que estaba más asustado que el campeón. Y el segundo, un peso Mediano realmente bueno, dueño de una pegada fulminante, que fue a retar a Marvin Hagler y este lo zarandeó a placer dos veces, en 1981 y en 1982.

A la sombra de todos ellos se cocinaba el verdadero ídolo popular, el potencial verdugo de cuanto campeón le pusieran enfrente: Alfredo "Novillo Negro" Paiva. En esta misma revista aparece un perfil de este "caso" formidable; recomiendo su lectura, para no abundar y reiterar aquí en su figura.

A la larga esa cohorte venezolana sí produjo campeones, pero esto no siempre reveló la calidad de nuestro boxeo profesional sino la decadencia del boxeo mundial. Antonio Esparragoza, Bernardo Piñango, un muchacho voluntarioso pero absolutamente gris llamado Ildemar Paisán, y el mismo Obelmejías obtuvieron títulos a mediados y finales de esta década, que terminó exhausta de glorias y desangrada de talentos.

En el show business fue la década de los últimos grandes peleadores, los de la era romántica. Argüello, Leonard, Durán, Holmes, Tyson, Hagler, Hearns, Aaron Pryor y otras luminarias vienen a conformar una generación de transición entre los grandes combates pautados a 15 rounds y la "humanización" del boxeo, suerte de relajamiento de algunas normas que nadie está seguro de que protejan realmente la integridad de los peleadores: 12 rounds para los campeonatos mundiales, conteos de protección a los boxeadores sin que hubieran caído. La creación de varias organizaciones de boxeo trajo como resultado la proliferación de campeones de todo pelaje, asunto que, por cierto, detonó o hizo detonar otro venezolano. Bernardo Piñango le dio un paseo en febrero de 1988 al campeón Supergallo Julio Gervasio. A raíz de esto el promotor de Gervasio decidió crear un nuevo organismo: la Federación Internacional de Boxeo.

A partir de entonces hubo tres, y luego cuatro, y luego cinco y seis campeones mundiales por categoría, y el negocio fue sustituyendo al espectáculo, que ya más nunca fue noble ni romántico ni sorprendente.

ÉPALE 181

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multiguarico (03/11/2017)

amigo lo felicito, buenas observaciones y comentarios; pero tengo que decirte que tuviste una pequeña laguna,al saltar de los cuatro campeones de los setenta a ernesto españa; dejando de un lado a uno de los mejores campeones que hemos tenido: me refiero al gran LUIS LUMUMBA ESTAVA

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Jose diaz (06/01/2020)

Recuerdo de esas veladas de rafito cedeño que era muy frecuente el knock out de acción retardada, es decir que el peleador caia segundos despues de recibir el golpe ( a veces bastantes segundos) , estos knout out no los he vuelto a ver.