A escasas horas de publicar mi entrada anterior, "la cadena perpetua del bipartidismo", se hacía público el horrendo crimen del Estado Islámico y la inmediata respuesta del gobierno de Jordania… ojo por ojo, diente por diente.

Acudimos a una espiral que tiende a justificarlo todo, con el icono de las torres gemelas al fondo, como si fuera la nueva deidad que llama a la venganza, al odio y al final inevitablemente a la guerra.

La ética está en horas bajas y amenazada con ser olvidada por el odio y el rencor de los necios, de los fanáticos, de los miserables y de los débiles de humanidad, incapaces de dominar al lobo que llevan dentro.

El miedo y la falta de confianza en sí mismos, acompañados de la debilidad de  sus principios, hace que nuestros dirigentes políticos caigan en la provocación de los desesperados por su ignorancia empecinados en imponer unas creencias que no convencen, pero que imponen a golpe de horror y de terror.

La legión de lacayos serviles a la hegemonía dominante, se afana en describir y exagerar la crueldad de los terroristas, para jalear y justificar  la venganza.

Citaba ayer a Piort Kropotkin, por no recurrir al manido Gandi, que habló poco sobre las cárceles y basó su resistencia antiimperialista en la no violencia, pero a la vez recodaba a Lajos Zilahy y sus "Cárceles del alma" cuyo título original era "Dos prisioneros" (puede leer la obra completa en este enlace) obra que invita a la reflexión.

El malestar está en la cultura

Y es justamente de eso de lo que se trata, de lectura y de reflexión, dos componentes básicos para la formación humanística, moral e intelectual de los seres humanos.

Dos componentes inseparables para entender y aprender, ya que de nada sirve la lectura por la lectura si no hay reflexión sobre lo leído.

La lectura de la prensa diaria manejada por las oligarquías requiere de grandes dosis de reflexión .

La lectura de los intelectuales encumbrados por la oligarquía, también.

Se está trasladando a la sociedad un mensaje peligroso y torticero, que consiste en justificar la violencia de los Estados, frente al peligro del terrorismo al que hay que matar y destruir,   con el ojo por ojo y diente por diente.

Y para lograr ese cometido, convencen a sus ciudadanos, por un lado, de la necesidad de recortar sus derechos y libertades.

Y por otro lado, se mete en el mismo saco, a cualquier disidente o adversario político, acusándolo de ser sospechoso de colaboración con el enemigo.

No hay mejor pacto antiterrorista que la unidad popular, que está por encima de cualquier acuerdo entre partidos.

No hay mejor arma contra la barbarie que la cultura, la lectura, el conocimiento… la información veraz.

Todo lo demás es demagogia, electoralismo, engaño y mentira, que conduce al odio y la venganza, aquí y en Sebastopol.

@ordosgonzalo

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