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Jorge Zerpa / panored@panodi.com Foto: "Yo nací de una unión que, en tiempos anteriores, habría sido imposible". Mariano Mashire, un joven de 17 años, fue fruto del matrimonio entre un hombre de la etnia barí y una mujer yukpa. Por antiguas rivalidades entre estas dos etnias por el control de las tierras no se producían uniones entre ellas, pero el tiempo y la mediación de los franciscanos ayudaron a ir eliminando aquellas viejas disputas. Mariano es un muchacho que nació y se crió en el pueblo del Tukuko, ubicado en la Sierra de Perijá. Es el quinto de ocho hermanos. Él, como muchos otros de sus paisanos, estudió en el centro misional Los Ángeles del Tukuko. Es una institución fundada por la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, a su vez, creada por San Francisco de Asís. La institución está constituida por la unidad educativa Sagrada Familia, una iglesia que es el templo parroquial, cuyos patronos son los Ángeles Custodios, y la Casa Hogar fray Romualdo de Renedo.
La madre superiora de la Unidad Educativa Sagrada Familia, Lida Corona, acompaña la formación de las estudiantes.El director es Nelson Sandoval, quien asumió el cargo en noviembre de 2010 y, al mismo tiempo, es párroco desde el 2 de febrero de 2008. El propósito de la incursión franciscana en tierras criollas siempre fue claro. El deseo de abordar a la población indígena que vivía en aislamiento e insertarlos en la sociedad para demostrar que son personas con derechos. Esta es su premisa.
Los capuchinos llegaron a Venezuela en el siglo XVII. El director de la misión, Fr. Sandoval contó que el objetivo fue evangelizar a los indígenas dándoles a conocer la palabra de Dios. Los motilones vivían en poblados alrededor del Sur del Lago, pero fueron expulsados por causa de las guerras independentistas y se fueron a vivir en la selva. Ellos habían cortado toda relación con otras etnias y con el mundo occidental.En la primera mitad del siglo XX, los perijaneros crearon haciendas ganaderas que, cada vez más, buscaban expandir y cercar. En este proceso, los dueños se encontraban con bohíos motilones, los cuales eran incendiados, asesinaban a los indígenas y avanzaban en su inmensurable deseo de poseer hectáreas, a costa de lo que fuese. Desde luego, este acoso repercutía negativamente en los aborígenes, por lo que no tardaron en responder de manera agresiva flechando a los criollos que quisieran agredirlos, ya que solo querían respeto hacia sus derechos como seres humanos.
Esta guerra llegó a un punto crítico, que a finales de los años cincuenta del siglo XX, algunos ganaderos ofrecían dinero a quien se presentara con orejas de motilón engarzadas en alambre. Esta acción criminal puso al borde del exterminio la población motilona, por ello, la actuación de los misioneros fue oportuna. Mariano Mashire quiere ser ejemplo para todo su pueblo.
En 1943 se creó el Vicariato Apostólico de Machiques, lo que se presentó como una oportunidad para los capuchinos de entrar en acción. Dos años después idearon una estrategia llamada "bombas de paz", consistía en dejar caer desde aviones algunos paquetes con ropa, machetes, sal, además unas imágenes de misioneros y hábitos marrones, para que entendieran que los capuchinos no son enemigos.Esta cruenta guerra entre los criollos, los indígenas y las demás etnias se tornó dura. Todo se redujo al tema de quién poseía la tierra y quién no, por ello, se hizo necesario tomar un rumbo crucial. El 19 de julio de 1960, un grupo de misioneros, entre ellos el padre Adolfo de Villamañan, el padre Epifanio de Valdemorilla y fray Romualdo de Renedo, tomaron la determinación de ir por tierra y otros por aire.Hermelinda Yexcachi es la primera maestra Yukpa. Está jubilada y ayuda a sus nietos con sus deberes.
El viernes, 22 de julio, Día de Santa Magdalena, fray Romualdo descendió del helicóptero y todos los indígenas corrieron a esconderse en la selva y solo un anciano quedó inmóvil en el terreno, el padre se le acerca lentamente y lo abraza.Este gesto representó el primer paso, es decir, el primer contacto de paz, esperanza y amistad. Posteriormente, con el esfuerzo conciliador se logró un acuerdo de paz entre las etnias yukpa y barí, y los ganaderos. Seguidamente, se procedió a la construcción de la primera misión capuchina entre los motilones.Mariano colabora con el fray Sandoval en las misas y bautizos.
Gracias a esta acción, la misión ha logrado posicionarse como un lugar para la evangelización y el trato humano hacia los indígenas, así como conciliador para las enemistades entre las etnias y el cese de los ataques criollos, por ende, se pudo salvar la vida de muchas personas, preservarlos y permitir que crezcan como un pueblo en paz.En el contexto actual, el centro misional es llevado adelante por los frailes capuchinos y las Hermanas de la Caridad de Santa Ana. La unidad educativa tiene hoy una matrícula de 760 alumnos, número que va desde preescolar hasta cuarto año de bachillerato. "La Casa Hogar 'Fray Romualdo de Renedo' provee un techo, comida, cuidados de salud, útiles escolares y estudios a 97 niños y 65 niñas que comen, estudian y duermen en la casa porque viven lejos de sus comunidades. Las hermanas de Santa Ana se encargan del cuidado de las niñas y, los hermanos capuchinos, de los niños. Las hermanas son las responsables de la dirección de la unidad educativa, por tanto son las responsables de ofrecer una educación de calidad a las comunidades indígenas", explicó fray Nelson. Mariano cuenta que sus días en el Tukuko han sido felices y tranquilos. Ahora estudia quinto año de bachillerato, en Machiques, y reside en casa de una tía, sin embargo, esto no le impide visitar la tierra que lo vio crecer. Llega los días sábados al Tukuko, sin pensarlo dos veces, se embarca en una chirrinchera en la parada del sector La Morena y emprende el viaje de una hora, sobre un camino bastante difícil, pero rico en paisajes. Al llegar, le invade la energía de la naturaleza y se dispone a recorrer las calles del pueblo saludando a sus familiares, amigos y personas que lo quieren y estiman, así como el personal de la misión. Realiza sus deberes escolares y corre a ayudar en los quehaceres del centro misional. Él dice que siente nostalgia por aquellos días de estudiante en la misión, no obstante, "me siento orgulloso de haber pertenecido a esta tierra. Tengo una meta: Ser un profesional es mi meta. Por esta razón, aconsejo a los muchachos a que se apliquen en el estudio, ayuden a los suyos y las nuevas generaciones", señaló.
Las festividades del pueblo giran en torno a una fecha muy especial. "Cada 22 de julio, se conmemora la hazaña realizada por los misioneros capuchinos del contacto pacífico con los barí, antes llamados motilones, y el 2 de octubre, aniversario de la Fundación de la Misión del Tukuko, la iglesia Católica celebra la fiesta de los Ángeles Custodios, por esa razón los misioneros fundadores usaron este nombre para nombrar a la misión, y Tukuko por el nombre del río que corre por un costado del edificio", detalló Sandoval, quien es originario de San José de Machiques. Al caer la noche, Mariano se reúne con su familia a compartir anécdotas hasta que llega la hora de dormir.El domingo por la mañana, la niebla se disipa lentamente permitiendo a la montaña bañarse de los primeros rayos solares. Mariano se levanta con el cantar del gallo, al igual que su familia. El clima es frío, pero no repara en ello y toma un baño para estar listo. Es día de asistir a la misa y colaborar con el fray Nelson, el que oficia la liturgia. Mariano tiene el honor de tocar la campana para llamar a su pueblo al encuentro con la palabra de Dios. Desde pequeño, se inclinó a participar en la eucaristía, a veces, funge como monaguillo en las ceremonias. No hay espacio para tanta gente que asiste a la misa. Pasada la mediodía, Mariano almuerza con sus padres y hermanos. Debe regresar a Machiques para prepararse para una nueva semana de clases. Se despide con ansias de regresar. "Aquí tengo una vida de recuerdos. Las despedidas me conmueven, pero comprendo que tengo obligaciones. Yo aspiro a una profesión, pues deseo estudiar filosofía. Quiero ser un orgullo para todos. Llevo conmigo mis raíces por siempre", dijo Mariano observando el tranquilo y colorido atardecer rumbo a Machiques de Perijá.