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Uno de los aspectos más desconcertantes de la COVID-19 es su capacidad para desplegar una enorme cantidad y diversidad de síntomas diferentes, que además se pueden extender durante semanas o incluso meses después del contagio.
En agosto de este año un equipo internacional de investigadores publicó una revisión sistemática más de 18.000 publicaciones relacionadas con el tema que determinó un gran cuadro con más de cincuenta síntomas documentados y confirmados.
Evidentemente, las secuelas más peligrosas e intensas de la COVID, aquellas que pueden desembocar en hospitalizaciones o incluso en fallecimientos, son las que han conseguido más repercusión mientras que las secuelas menos graves han pasado algo más desapercibidas.
Una de las consecuencias de la COVID-19 que ha pasado más desapercibida, tanto mediáticamente como en el número de estudios y artículos científicos, ha sido la pérdida de olfato. Sabíamos que la disfunción olfativa era uno de esos cincuenta síntomas, pero hasta ahora no contábamos con ningún estudio que midiera la recuperación a largo plazo de aquellas personas más allá de los seis meses.
Por lo tanto, hasta ahora no conocíamos la tasa y la evolución o recuperación de los pacientes que han sufrido pérdida de olfato (anosmia) a largo plazo... y las cuestiones que se abren son importantes e inquietantes: ¿Cuánta gente ha perdido el olfato durante la pandemia?, ¿Cuántos de ellos no lo han recuperado, incluso después de seis meses?, ¿Cuánta gente lo ha perdido permanentemente?
Un reciente estudio publicado en el Journal of the American Medical Association (JAMA) intenta responder a todas estas preguntas estimando la magnitud del problema de salud pública que en este aspecto ha provocado la pandemia. El título del artículo, "Creciente preocupación de salud pública por la disfunción olfativa crónica provocada por la COVID-19" nos desvela que la magnitud de este problema es mucho mayor de lo que a priori pudiéramos haber imaginado.
Sabíamos, por estudios previos, que un amplio porcentaje (que puede ir del 30% al 80%) de las personas diagnosticadas con COVID-19 experimentan algún tipo de anosmia. La gran mayoría de ellas, alrededor del 90% recuperan el sentido del olfato en dos semanas. Para el resto de los diagnosticados la anosmia puede extenderse durante meses hasta recuperar el olfato mientras que otros pueden haberlo perdido para siempre.
Los datos del estudio son contundentes y estiman que 1, 6 millones de personas perdieron el sentido del olfato a largo plazo (durante al menos seis meses) mientras que un 20% ellos no lo han vuelto a recuperar.
Si tenemos en cuenta que las cifras del estudio se centran solo en casos detectados en Estados Unidos (unas 80.000) las dimensiones del problema a nivel mundial podrían ser muy significativas. Los propios autores del estudio reconocen que muchos casos pueden haber escapado a su estimación y que estas cifras podrían ser mayores.
"Nunca habíamos tenido una estimación formal de cuántas personas han estado sufriendo anosmia", explica en CNN Sandeep Robert Datta, neurobiólogo de la Facultad de Medicina de Harvard. "Es un evento realmente inusual y una consecuencia sin precedentes de una pandemia que nunca antes se había observado".
No es una cuestión menor. De todos los sentidos, el olfato quizá no parezca tan importante como la vista o el oído, pero su pérdida está asociada con una "importante disminución de la calidad de vida general, una ingesta de alimentos deficiente, un incremento de múltiples riesgos asociados a la incapacidad para detectar gases y humo nocivos, una disminución del bienestar social y el inicio de síntomas depresivos".
Referencias científicas y más información:
Khan, Amish M., et al. «Growing Public Health Concern of COVID-19 Chronic Olfactory Dysfunction». JAMA Otolaryngology?Head & Neck Surgery, noviembre 2021. DOI:10.1001/jamaoto.2021.3379
Rasha Aridi "Up to 1.6 Million People in the U.S. Have Long-Term Smell Loss Due to Covid-19" Smithsonian Magazine