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Café Inés

09/11/2020 11:25 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

En esta nota descubrirás a la señora Inés, una mujer oriunda de Madeira que ha hecho de un modesto bar de Caracas un lugar único para tomar una cerveza con su grata compañía, escuchar sus historias y disfrutar de las fotografías que decoran su segundo hogar en Venezuela

En la ciudad de Caracas, a una cuadra de la Plaza Bolívar de Chacao, entre las calles Miranda y Páez, se encuentra Café Inés, un establecimiento de venta exclusiva de cervezas que gira en torno a su propietaria, anfitriona y bartender, Inés, una septuagenaria oriunda de Madeira a quien los años en Venezuela  parecen haberle borrado su acento portugués.            

El nombre de este negocio, un local modesto de unos 27 metros cuadrados forrado de una cerámica barata para baño color gris, que hace una década albergó un típico restaurante de comida criolla conocido en el país como lunchería, no es lo único que hace honor a esta mujer de trato afable. Su día a día en este bar está registrado en un trabajo fotográfico en blanco y negro que es exhibido desde hace por lo menos un lustro en una pared de este rincón de Caracas tal cual una galería.            

Las principales imágenes de esta muestra forman parte de un reportaje fotográfico de Inés en el bar realizado por la fotógrafa Gabriela Carrera para un proyecto académico. Inés llegando al bar con su bolso en mano; Inés en la máquina registradora; Inés limpiando el local; Inés recogiendo las sillas; Inés destapando una botella de cerveza; Inés conversando con sus clientes; Inés sonriendo.            

"¿Le puedo tomar unas fotos?", recuerda Inés que esa pregunta, a la que respondió sí a la entonces estudiante de fotografía Gabriela Carrera después de unas súplicas infantiles, fue el comienzo de esta improvisada exposición fotográfica que hoy caracteriza a este lugar, haciéndolo único en la ciudad.           

Otras fotografías, tomadas mucho después y también expuestas en esta exhibición permanente, guardan  momentos entre Inés, sus clientes y amigos en el bar: sonrisas y abrazos están registrados, así como paisajes de Caracas, destacando su imponente Ávila a través de diferentes miradas, una plaza Altamira, las torres de Parque Central vistas desde lo alto, y lugares de ciudades del mundo que recogen pedazos del país como una estatua de Bolívar en Nueva York. 

 

Inés

La vida de Inés gira entorno a su bar. Nunca come en su casa y los nietos le llevan todos los días el almuerzo. Es aquí donde la visitan sus amigos.            

Entre las 7:00 y 7:30 de la mañana inicia su jornada en el bar con la limpieza, debe llenar unos tobos con agua para atender los graves problemas de este servicio que se han agudizado en los últimos años en la capital. Regresa a su casa y vuelve al local a las 11:00 de la mañana bien peinada y vestida como si fuera a misa para dar comienzo a la espera, detrás de la barra con sus brazos sobre el mesón y su mirada hacia la calle, de extraños sedientos por el calor del mediodía caribeño en busca de unas frías cervezas.             

"¿En qué precio las tiene?", le pregunta a Inés un hombre de aspecto humilde que parece entrar al bar por primera vez. "En Bs.2.200.002", le responde al posible cliente. El hombre se da la vuelta y sigue su camino sin pedir la cerveza e Inés se reincorpora a la conversa no sin antes comentar que la semana siguiente seguro estarán más caras. Esa cantidad en bolívares, para ese momento (agosto de 2018), al cambio equivalía a unos 0, 50 centavos de dólar y el sueldo mínimo mensual superaba por muy poco un dólar, Bs. 5.000.000.  En Venezuela vivimos en hiperinflación desde finales de 2017.           

 "¿Te vas a tomar otra?", le pregunta Inés muy afable con destapador en mano a una chica que se encontraba sola en el bar mirando el teléfono y tomándose unas cervezas. "!Claro¡", le responde la mujer y de inmediato Inés saca una Tercio (cerveza) de  la cava, la coloca sobre la barra, la destapa y se la entrega.            

Otra chica, a quien todavía le quedaba un poco de cerveza en su botella, le hace señas con el rostro y las manos a Inés advirtiéndole que quiere otra. "¿Otra Solera?", le pregunta para confirmar.           

 Inés no tiene horario de cierre en su bar. Puede despachar la última botella a las 3:00 de la madrugada y su cara no revela ninguna fatiga ni angustia por la hora.

 

Religiosa

Los domingos son los únicos días que Inés no abre, de hecho, nunca ha abierto. Ese día va a la misa de las 10:00am de la Iglesia de Chacao, pero si no es a esa hora no va.            

Ella es una mujer muy creyente y lo hace ver en las estampillas y figuras de vírgenes y santos que adornan su bar. A un lado de un televisor que parece no funcionar desde hace algunos años tiene una estatua del muy venerado médico venezolano José Gregorio Hernández.            

En una repisa, donde reposa la única radio que prende en el bar, y en la que Inés dice sintonizar sólo "música clásica" mientras suena en el fondo Chayane cantando "completamente enamorado...", se encuentra otra estatuilla religiosa, en este caso de una virgen que representa el Corazón de Jesús.            

Inés ni piensa en irse de Venezuela por más difícil que esté la situación económica y política del país. Tampoco cree que sus hijos estén mejor fuera de este país

En otra mesita donde Inés expone una pequeña colección de latas y botellas de cervezas que sus amigos le han ido regalando a lo largo del tiempo tiene otras dos figuras religiosas que parecen representaciones del Arcángel Gabriel.            

Y en una antigua máquina registradora que no funciona y que ya existía cuando compró con su esposo este local a principios de la década del setenta, reposan estampillas de José Gregorio Hernández,  la Virgen de Guadalupe y una Cruz de Palma.

Carayaca

El local que hoy alberga a Café Inés era un restaurante lunchería tradicional muy al estilo portugués, de esos que se ven por montones en Venezuela y Brasil, que sirven almuerzos criollos bien resueltos, empanadas, arepas,  club houses (sanduches),  batidos y jugos de frutas, y que se multiplicaron en los años sesenta y setenta en Caracas con la migración portuguesa de la isla de Madeira.  En el continente, después de Brasil, Venezuela acogió la mayor cantidad de inmigrantes portugueses del siglo XX, que huían de la guerra, el hambre y la pobreza.            

Pero una vez que obtuvieron los permisos para expender licor en la lunchería, Inés y su esposo dejaron de hacer comidas para vender sólo cerveza.            

El último cariñito que le hicieron a este establecimiento fueron los mesones de granito que sustituyeron las viejas mesas de pantry de los sesenta.            

Las paredes y el piso conservan la misma cerámica de baño de cuando era lunchería y los sanitarios, agraviados por los problemas de agua de la ciudad, suplican por un cambio.

 

Madeira

Inés tocó suelo venezolano en 1967. Tenía 21 años de edad cuando su madre decidió traerla al país con sus hermanas. Venezuela era próspera y en Madeira, por más duro que trabajaran, no conseguirían el dinero para pagar la hipoteca de la casa, deuda en la que se metieron para sacar al varón del país y evitar fuera enviado al servicio militar de Portugal.            

En Caracas la familia de Inés adquirió una conserjería en Chacao. Su padre y hermano, que eran panaderos, trabajaban en una panadería de la avenida Casanova de Sabana Grande; su madre, que era costurera, salía a trabajar en la calle y ella y sus hermanas se encargaban de la conserjería.            

Con el trabajo de todos compraron una peluquería que les ofreció una española que se iba del país en cómodas cuotas, donde todas las mujeres participaron. Inés aprendió a hacer la manicure y la permanente, las demás hermanas cortaban y secaban el cabello. Con este negocio, decidieron dejar la conserjería y se mudaron a un apartamento ubicado en el mismo edificio al que le sirvieron.            

A los años, después de que poco a poco se fueron casando las hermanas, Inés les fue comprando sus partes y se hizo única propietaria de la peluquería. Posteriormente, junto a su esposo, un italiano que conoció en ese local, compró el establecimiento de comida que hoy es Café Inés, y otro lugar más ubicado en frente de su bar donde trasladaron el restaurante o lunchería Carayaca.

 

Venezuela     

Inés ni piensa en irse de Venezuela por más difícil que esté la situación económica y política del país. Tampoco cree que sus hijos estén mejor fuera de este país. Es opositora al gobierno de Nicolás Maduro y sus ojos se iluminan cuando recuerda las protestas antigubernamentales de 2017 que duraron cuatro meses.            

Ella nunca cerró su negocio en ese tiempo pese a que las "guarimbas", como las llama el régimen, eran realizadas en ese municipio y se tornaban muy violentas. De hecho, confiesa que en dos oportunidades ayudó a jóvenes que huían de la policía y cuenta que su local, pese a estos hechos que se suscitaban muy de cerca, siempre estuvo con clientela, en su mayoría periodistas y fotógrafos.            

Pero a Inés, además de la unión y salud de sus hijos, nueras y nietos, le preocupan los altos precios de la cerveza. "¿En qué precio las vendo?", es la pregunta que se hace cada semana cuando los proveedores le llegan con nuevos aumentos. Su temor, como cualquier comerciante del país que vive de su trabajo, es que dejen de ir sus clientes al bar, el único negocio de su propiedad que mantiene abierto.

Su día a día en este bar está registrado en un trabajo fotográfico en blanco y negro que es exhibido desde hace por lo menos un lustro en una pared de este rincón de Caracas tal cual una galería


Sobre esta noticia

Autor:
Marema (2 noticias)
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Tipo:
Entrevista
Licencia:
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