(Delfín Martell) El hombre en su incansable búsqueda se ha valido de múltiples herramientas en tránsito a nuevos horizontes, entre ellas, ha transformado en fórmulas de expresión estética el arte sonoro.

   La música y el hombre entre los siglos XIX y XX  construyen un canal docto de socialización y comunicación, perfeccionando los códigos sonoros. Hermosos discursos musicales que,   con el tiempo han logrado el mágico efecto de seducir a conquistadores en diferentes escenarios de la historia contemporánea.

   Al definir la palabra magia como la “relación entre las leyes naturales del mundo visible y el invisible”. Esto hace mágico al arcano llamado relación “arte sonoro-hombre”.

La magia y el sonido se visten de ciencia y pasa de invisible a visible

   El sonido se genera en el interior de los seres y este expresa a su vez, como respuesta,   estímulos, “vibración de cuerpos sonoros”, conducidos por el aire y la capacidad intelectual de transformar el proceso físico en signos denominados lenguaje musical (notas, claves, silencio, alteraciones), articulando un comprensible escenario.

   La magia se viste de ciencia pasando de un estado invisible a uno visible, es decir,   lo escucho y escribo.

   Este razonamiento se ve complementado por una terna de elementos (ritmo, tiempo, vibración) viajando del reino subconsciente (invisible) al consiente (visible) concretando tangiblemente una ideas que comienza en la mente y luego, a través del uso del lenguaje estético musical es  compartido con otras personas a través del arte sonoro.

   La música es magia, cualquiera sea el sonido o género que se escoja para interpretar.

   La interacción discurso-melodía da como como fruto las magistrales interpretaciones que, a través de la historia, han sido uno de los mejores motivos de la vida.