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Hoy 10 de mayo se celebra el Día del Artista Plástico en Venezuela en homenaje al natalicio de uno de los más grandes maestros de la plástica venezolana: Armando Reverón, el pintor de la luz.
Armando Reverón tiene una de esas extrañas figuras en que a través de indefinibles procesos raciales surge en Venezuela un árabe más bronceado todavía por los caciques que hablan en su sangre un lenguaje de muchas generaciones.
1889 Quinta San José, Sur 5, Puente Hierro, Parroquia Santa Rosalía: aquí nace el 10 de mayo Armando Julio, hijo único de Julio Reverón Garmendia y Dolores Travieso Montilla. La madre pertenece a honorable familia asentada desde el siglo anterior en Valencia. El padre, a quien se le atribuye un pasado misterioso y oscuro, fracasado estudiante de Derecho, procede de prestigiosa familia caraqueña, de la que había heredado regular fortuna. Para el momento de contraer matrimonio, según los biógrafos del pintor Reverón, don Julio es un hombre arruinado.
Reverón es bautizado en la iglesia de Santa Rosalía. Sobre la legitimidad de aquel niño se han tejido varias hipótesis, ninguna de las cuales ha superado el valor de simple leyenda.
En 1908 se inscribe en la Academia de Bellas Artes, donde tiene como profesores a Antonio Herrera Toro, Emilio Mauri y Pedro Zerpa. Su rendimiento le valió la recomendación de sus profesores para obtener, al finalizar el curso de 1911, una pensión de estudios en Europa. Este mismo año, viaja a España y se dirige a Barcelona, donde ingresa a la Escuela de Artes y Oficios. En 1912, hace un breve retorno a Caracas; de nuevo en España, entra a la Academia de San Fernando en Madrid.
Regresa a Venezuela a mediados de 1915. Ya en Caracas, retoma su trabajo mientras asiste a las sesiones del exclusivo ‘Círculo de Bellas Artes’. Aunque estaba ausente de Caracas para el momento de la creación del Círculo, los fundadores de éste le consideraban como uno de los suyos.
En 1916, Reverón pinta al aire libre sus primeros paisajes resueltos dentro de una tonalidad azul. Poco después se traslada a La Guaira donde vive de dar clases privadas de dibujo y pintura. En el carnaval de 1918 conoce a Juanita Mota, quien sería su modelo e inseparable compañera.
También en La Guaira, se encuentra al pintor de origen ruso Nicolás Ferdinandov, a quien había conocido en Caracas el año anterior. Durante este tiempo Reverón visita con frecuencia el rancho de pescadores que el pintor ruso ocupaba en Punta de Mulatos. Siguiendo los consejos de Ferdinandov, Reverón decide instalarse en el litoral, iniciando con esto una nueva etapa en su vida y en su obra. Para 1921, vive en un rancho de la playa, en el sector de Las Quince Letras. Poco tiempo después se muda y comienza a construir, un poco al sur, ‘El Castillete’ que le serviría de morada para el resto de su vida.
18 de septiembre de 1954, Reverón comienza su viaje en la inmortalidad en la luz tropical de Venezuela. Su obra es conocida por estar plagada de imágenes oníricas, desdibujadas, con un intenso trabajo de la luz y los colores, o la falta de ellos. Son muy celebradas también sus muñecas de trapo. Se le considera un maestro de la luz tropical, que plasmó en distintas superficies y con todo tipo de materiales. En la obra se distinguen tres periodos: período azul, período blanco y período sepia.
Fuente: Juan Antonio García.